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LAS DIEZ CANCIONES MÁS SEXY DEL POP ( ...Y LAS TUYAS, CLARO)

LAS DIEZ CANCIONES MÁS SEXY DEL POP   ( ...Y LAS TUYAS, CLARO) La edad me delata. He estado pensando durante estos meses invernales, aunque en La Habana el frío y la nieve se disfrazan con agua y viento, en lo poco que vale el hombre (sexualmente, se entiende) a partir del climaterio masculino, que viene a ser, según indicios más que fiables, ofrecidos por expertos en la cuestión, como la menopausia en las féminas. El único consuelo que me queda, es hurgar en el saco de la memoria individual o colectiva, para satisfacer mi curiosidad y la de algunos lectores (ojalá), encontrando canciones que, por su peculiar historia, hayan escandalizado alguna vez a esos rastreros fariseos que aplicaban la censura pública, para luego, en privado, tener algún momento de “amor propio” mientras ponían el disco de fondo a sus orgías.

Por ello, en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, doy rienda suelta a mis fobias y filias, en asuntos de canciones sexy, sin importarme el que algunos melómanos pudieran interpretar estas líneas como un vasallaje a la bazofia musical que pudiera representar una determinada canción, o por el contrario, vieran una crítica radical a un solista o grupo que figura en la lista.



Me ha costado tiempo, pero creo que vale la pena dedicarle un lugar a estas creaciones que están, por fortuna, bastante lejos del pop erótico de la movida madrileña, como aquella que firmó un grupo llamado Semen Up. Por una cuestión de buen gusto, corro un tupido velo sobre la canción “Lo estás haciendo muy bien”, cima de las provocaciones baratas de la movida nacional, porque años más tarde, el solista del conjunto se inventó Amistades Peligrosas, ganando en popularidad, pero bajando el tono carnal unos cuantos grados. Ahí es nada susurrar “Ponla en tu boca...”, para quince años después hacerte famoso cantando “Te voy a meter mano...”.


¡Fuera depresiones sexagenarias¡, que Bob Dylan, Paul Mac Cartney, Mick Jagger, Jerry Lee Lewis, Miguel Rios, Aute, Serrat, Johnny Halliday, Adriano Celentano, Mina y otras aves canoras, siguen gorjeando a pesar de haber superado con creces esa edad. Y quien sabe si, además, pueden demostrar una más que envidiable salud a la hora de exultar el cuerpo.


En esta lista, el lector puede encontrar diferentes formas de canciones sexy: desde las más idóneas para un día de San Valentín, pasando por las que se deben poner de fondo a la hora de compartir líquidos, y llegando a las que podemos usar para provocar en nosotros mismos el sublime deseo de la copulación. Que haya suerte... y que añadas las propias, porque en asuntos tan íntimos, lo que seguramente Aznar llama aberraciones, son vicios más que respetables. Aún recuerdo una noche en la que una formidable folladora, solista de un afamado grupo español de los ochenta, me confesó su debilidad ante los discos de Sara Montiel. Y era cierto.


No estarán todas las que tu desbordante conocimiento ha imaginado, pero creo que es una digna relación de títulos que deberían estar integrados en un solo CD. Si tienes las canciones, las ganas y el tiempo, grábatelas y véndelo en el top manta, eso sí, con un preservativo de regalo, hermano. Ah, el orden no implica prelación alguna. Colócalas en el orden que prefieras para... eso mismo


LAS DIEZ CANCIONES RECOMENDADAS

I WANT YOUR SEX,  de George Michael. No es que tenga la voz de Barry White, pero es una de las creaciones más sinceras del ex Wham. Todo a cuanto se refiere es desear sexo. Más de uno gozó de otro diciéndole: “La paciencia de un hombre tiene su límite, y yo he llegado a él. Dame tu sexo”.


JE T’AIME, MOI NON PLUS,  de  Serge Gaingsbourg y Jane Birkin (o Brigitte Bardot, que las dos versiones existen). Una de las grabaciones más gloriosas de finales de los sesenta, con un Gaingsbourg en plan ogro-que-se-va-a-comer-a-Lolita, y una Birkin o Bardot, haciendo de inocentes perversas, capaces de poner en erección al más eunuco. Memorable la naturalidad de la frase: “Me corro, me corro, y lo hago sobre tus riñones...”

WHY DON’T WE DO IT IN THE ROAD?, de Los Beatles. Uno de los temas menos conocidos del cuarteto de Liverpool. Una canción que no tiene mucha letra (apenas dos versos) pero es más que suficiente. Una obra sencilla para una pregunta estupenda: “¿Por qué no lo hacemos en la calle?”. Ella o él no se deciden porque siempre hay algún voyeur que anda husmeando hasta en la oscuridad de la urbe.


STORIA D’MORE, de Adriano Celentano. He aquí uno de los momentos más eróticos en la carrera del imprevisible intérprete de “Serafino”, filme antimilitarista donde los haya, en el que brilla por sí sola esta canción, adaptada por mi idolatrado Tonino Carotone como sólo él podía hacerlo. “Me estrechaba entre su cuerpo, me daba su boca, me decía ¡ soy tuya ¡... pero yo me quedaba como una piedra”. Eso es chulería. El acordeón final, envolviendo la historia, es más explícito que una imagen.


JUSTIFY MY LOVE, de Madonna. La reina de todos los sexos. Madonna provocando una vez más, esta vez con la ayuda inestimable de Lenny Kravitz, con una de las canciones más eróticas jamás grabadas. No hay relación de temas de esta índole en la que no aparezca una obra de la Ciccone. Su parte más sexy; "No quiero ser tu mami, ni tampoco tu hermana. Sólo quiero ser tu amante. Quiero ser tu chica. Vamos, bésame

I WANT YOU, I NEED YOU, I LOVE YOU, de Elvis Presley. Mas de alguno se preguntará por qué no incluyo a su “ídolo”, pero el del tupé de Tupelo no puede estar ausente de una lista semejante, aunque a mí, particularmente, siempre me la trajo floja lo sexy que pudiera parecerles a las quinceañeras yanquis. Me excitaba más Jerry Lee Lewis, aunque esta canción contenga una buena dosis de gasolina para el pubis. Ahí es nada ese Presley diciendo, con el labio superior torcido y desafiante: “Acércate más, abrázame, hazme sentir la emoción del placer...”.

I´M ON FIRE, de Bruce Springsteen. Probablemente ya habrá más de una lectora o lector que haya soltado un denuesto ante la elección. Pues que se deje de prejuicios (hay que ver qué mal les cae el Boss a l@s chic@s modern@s) y que se vaya a la cama con un/a amante rockero/a, de es@s que sudan hasta por los codos y no utilizan desodorante. Muchos críticos se sorprendieron de que, por una vez, Bruce parecía un animal en celo, y en verdad que este tema tiene su miga. No queda nada mal cuando canta: “En la noche despierto empapado, envuelto en hojas mojadas, y escucho a lo lejos un tren de la carga que marcha en el centro de mi cabeza; solamente tú puedes refrescar mi deseo. Estoy ardiendo"


LAY, LADY, LAY, de Bob Dylan: Como en el caso anterior, malas palabras a un lado, éste es probablemente uno de los títulos más atractivos escritos nunca, y el más sutil de Bob Dylan. El autor había dejado de fumar cuando lo registró, con lo que la voz áspera de antaño dio paso a una forma de cantar mucho más suave, una voz más dulce. La canción dibuja una escena sencilla en la que ella descansa en una cama de cobre, de color amarillo con hojas de satén en la cabecera, mientras es abrazada por su novio, que le hace el amor hasta que rompe el amanecer. Es una canción de sexo con glucosa, de esa que alguna vez hemos probado cuando jóvenes. “Me levanto para verte a la luz de la mañana, y sigo a tu lado alcanzado la noche contigo. Quédate, mi dama, quédate; permanece ahí mientras la noche exista”.


LET’S GET IT ON, de Marvin Gaye. No conozco a nadie que “pase del rytm and blues”, y de su poder para excitar a un melómano. Marvin fue una de las cimas más elevadas de toda la historia, e incluso me atrevería a decir que aún lo es. Rindamos honores a la extraordinaria voz del infortunado hijo de pastor protestante asesino, y dejémonos llevar por ella hasta el lecho donde espera ese cuerpo divino. Me siento en el deber de advertir a la población en general, que esta canción tiene el peligro de conducirnos a la borrachera y a las orgías masivas. No digas que no lo advertí. “No hay nada malo cuando me amas, entregarte a ti misma no es un error si el amor es verdadero. Déjate llevar…”. Oreja, rabo y vuelta a la cama.


WITH THESE HANDS, por Tom Jones. Uno de los temas que el ex minero del País de Gales registró en uno de sus primeros discos, pero que jamás deja de interpretar en directo. Canción exacerbadamente romántica de los años cincuenta, que ocultaba los más sublimes y perversos instintos bajo versos de lo más lírico, consecuentemente con una época en la que la censura era lapidaria. La cantaron los edulcorantes Nelson Eddy y Jo Stafford, entre otros, pero la letra va más allá de lo dulce. “Con estas manos, me aferraré a tí, seré tuyo siempre y por un día. Con estas manos, te traeré un amor dulce, pero tan cálido como el mes de mayo. Seré un mar en tempestad, te traeré la marea, y nunca dejaré que te marches”. Un minero más original que aquel de Antonio Molina,


Que las disfrutes, amigo lector.

ANIMALES CANOROS: JAVIER KRAHE

ANIMALES CANOROS: JAVIER KRAHE

De pequeño, Javier Krahe se dedicaba a pastorear versos por la casa, pero un día, al entrar en una iglesia para dar gracias al Señor, se le escapó una mano, que yendo directamente al cepillo, se llevó los óbolos que algunos fieles habían dejado para el culto de San Cucufato. Un sacerdote, al ver el sacrílego atraco a mano desarmada, le leyó la cartilla en forma tal que, desde entonces, viene siendo un muchacho anticlerical, algo rapaz, mujeriego, bebedor y mefistofélico.

Cuando aún era barbilampiño, en cierta ocasión, durante una visita a la capilla de Saint Georges Brassens, escuchó: “Je vivais a l’écart de la place publique, serein, contemplatif, ténebreux, bucolique…, refusant d’acquitter la rançon de la gloire, sur mon brin de laurier je dormais comme un loir”* (ver Nota al pie) y, aunque no entendió nada, decide seguir los pasos del Creador, utilizando en principio las oraciones que el venerable galo había escrito, para posteriormente ingresar en la capilla de la Mandrágora, donde sorprendería a los fieles con unos textos directos, iconoclastas y escandalosos que le suponen el destierro. Una monja canadiense sirvió al mozalbete para iniciarse en el escapismo y en el noble arte del francés. Su sueño de convertirse en apóstol de una nueva religión (el egotismo filantrópico-introspectivo), encuentra el parabién de los feligreses, que acuden a escuchar sus sermones sin abandonar una sonrisa perenne, y en los que afirmaba que la violencia debe ser verbal, únicamente. Más tarde en su sempiterna huida hacia el horizonte, donde se refugia de las preguntas que lanzan los fieles (como si él fuera Brian el de Monthe Pyton), medita nuevas estrategias para desprenderse del menor compromiso con los de su raza. Una tarde, se acercó a un anciano andaluz que pescaba boquerones a puñetazos y le preguntó qué debería hacer para que la gente no le diera mucho el coñazo. El anciano le respondió: "Lo más seguro seria irse de religioso a un monasterio". Y él se fue al de Zahara de los Atunes. Allí se estaba preparando para ingresar en una casa de discos, pedía mucho a Dios que le iluminara y tuvo un sueño: vio que empezaba a edificar una mansión en forma de vinilo, mientras una voz le recomendaba: "Cantar más, cantar mejor". Y al fin oyó otra voz que decía: "Sólo cuando seas lo suficientemente humilde comenzarás a ser humano".

A los 30 años entro en la iglesia CBS y como era muy difícil conseguir libros para rezar (y eso que sabía muy bien venderlos), se aprendió de memoria las oraciones de un hermano al que cantaba con fervor inusual.

Se le considera el inventor del cilicio vitriólico, o sea de una melodía hiriente que algunos intelectuales se amarran en la cintura para hacer penitencia. Se convierte así en el máximo representante de un colectivo que se agrupa bajo el slogan de “Haz el amor y no la guerra”. Ese pacifismo, que el buen Dios proclamo en su venida mortal a la tierra, le sirve para quitarse las cadenas que aún le ataban a cierta tendencia a la solidaridad universal. Lo particular y propio será su epicentro inamovible. Inventa el hippismo, veinte años después de que lo estrenaran en California, pero él lo ignoraba.

Se fue a vivir a un apartamento y después de estar allí cinco días en oración se le ocurrió la idea de pasar los 40 días sin comer ni beber. Tenía que ensayar ese tipo de estrategias vitales, ya que había decidido ser cantautor. Le consultó a un anciano y éste le dijo: "Para morirse de hambre hay que pasar 55 días sin probar bocado. Puedes hacer el ensayo, pero para no poner en demasiado peligro la vida, dejaré allí cerca de usted diez kilos de boquerones y una jarra de cerveza, y si ve que va desfallecer, come y bebe." Así se hizo. Los primeros 14 días cantó de pie. Los siguientes 14 cantó sentado. Los últimos días de la cuaresma era tanta su debilidad que tenía que recitar acostado en el suelo. El anciano al verle en tan lamentable estado lo llevó a un hospital de donde salió un poco más lustroso. Por eso sigue tan enjuto y quijotesco, pero ya sabe que no morirá de inanición, y menos aún de sed. Conocida su bondad y palabra certera, logró que llegaran hasta él vecinos de muchas ciudades y aun de países lejanos, para aplaudirle, pedirle consejo matrimonial, sexual o político, pero sólo consentía que fueran mujeres quienes tocaran su cuerpo para recibir su gracia y bendición apostólica.

Entonces, para evitar que tanta gente viniera a distraerlo en su vida de profeta y cantante, se ideó un modo de vivir totalmente nuevo y raro: se hizo construir una columna de tres metros para vivir allí al sol, al agua, y al viento. Después mandó hacer una columna de 7 metros, y más tarde, como la gente todavía trataba de subirse hasta allá, hizo levantar una columna de 17 metros, y allí pasaba la vida. No comía sino una vez por semana. La mayor parte del día y la noche se dedicaba a escribir o tocar cítara.

Para que nadie vaya a creer que estoy narrando cuentos inventados o leyendas, recordamos que la vida de San Javier Krahe la predijo Teodoreto, quien era monje y fue luego Obispo de Chamberí, ciudad cercana al sitio de los hechos. Un siglo más tarde, un famoso abogado llamado Evagrio escribió también la historia de este santo varón, y dice que las personas que fueron testigos de la vida del barbado bardo afirmaban que todo lo que cuenta Teodoreto es cierto. Solia cantar trescientas veces al año e intentaba corregir las malas costumbres. Y entre recital y recital oraba por ellos y resolvía pleitos entre los que estaban peleados, para amistarlos otra vez. A muchos ricos los convencía para que le pagaran un poco de bebida de cebada o mitigaran sus deudas.

Convirtió a miles de paganos. Un famoso asesino, al oírlo cantar “Cuervo Ingenuo”, empezó a pedir perdón a Dios a gritos y llorando, pero luego se supo que era un redomado mentiroso y un gran actor.

Algunos lo insultaban para probar su paciencia y nunca respondió a los insultos ni demostró disgusto por ellos. Incluso cuando se le hizo un sonoro homenaje, no mostró su furia ni enojo a pesar del catastrófico resultado artístico. Se sabe que jamás actuará en la Cuba de Fidel, aunque tiene más dignidad que algunas senadoras y diputados del PP, pero tanto interés por los fenómenos políticos como el que demuestra un esquimal ante el pacto antiterrorista.

Con ocasión del lanzamiento de un disco-homenaje a su figura y obra, en el que participaron colegas que dicen ser sus amigos y admiradores, éste que firma criticó ácidamente la producción, en la que sobraban todas las versiones menos la buena intención. Y lo hice en décimas o espinelas, que es una de las formas más cubanas de mostrar repelús o cariño. Decían así:

Tú pensabas que ese verbo
que te sirve de tonel,
te salvaría de aquel
que se cabreó con tu cuervo.
Te protegía el acervo
con el que vistes y escribes,
pero aunque no me lo pides
recuerdo que tu equipaje
carecía de homenajes.
Te cantan. Eso es que vives.

Eres ingenuo también,
a pesar de tus sesenta.
Ya habrás caído en la cuenta:
¡qué cerca está el terraplén¡
Pero al ser hombre de bien
aceptaste ese cedé.
Ni el PSOE, ni aquel PCE
se atrevieron con tus rimas,
y ese homenaje, da grima.
Lo siento, mi buen Javier.

La muerte le trae al pairo, por lo que sale a la mar sin vela ni timón, dispuesto a probar el sabor del naufragio. En el fondo es como Robinson Crusoe, pero con la vista puesta en el agua… por si una sirena se despista, encalla y cae en sus brazos.


*Nota: “Yo vivía en la esquina de la plaza mayor, tranquilo, contemplativo, tenebroso y bucólico… Rechazando pagar el precio de la gloria, dormía como un lirón sobre mi rama de laurel”. (Les Trompettes de la renommée, de Georges Brassens).


 

25 AÑOS SIN BRASSENS

25 AÑOS SIN BRASSENS

"Mi naturaleza es reacia a todo tipo de exhibiciones; sufro de una modestia casi enfermiza. No puedo enseñar los órganos procreadores a nadie, exceptuando a mis mujeres y mis doctores"   (“Les Trompettes de la Renommée”) 

Georges Brassens (1921-1981) es tan popular en Francia como los Beatles en Inglaterra. La gente va silbando o cantando sus canciones por la calle, temas que pasan de una a otra generación. Palabras agridulces que le valieron el Gran Premio de Poesía de la Academia francesa; versos irreverentes, originales, armoniosos, bellísimos, duros como la piedra, pero que llegaron a ser tan populares como las canciones infantiles; poemas a los que pondría música con el paso del tiempo.  

Se le conocía familiarmente como el Buen Señor (Le Bon Maître) o Georges el Simplón (Tonton Georges).  Jamás estuvo interesado por dar un concierto fuera de su país hasta que, en 1973, por invitación de su amigo, el británico Colin Evans, fue hasta el País de Gales para dar un único y memorable recital en el Teatro Sherman de Cardiff. La BBC filmó el acto. TVE no hubiera hecho nada al respecto de haber tenido la oportunidad, ni siquiera con ocasión de la muerte del genial autor, al que dificultosamente pude dedicar un programa en la 2, a los pocos meses de su desaparición. Y me llovieron las críticas por ello. ¿Quién era ese Brassens, para ocupar cincuenta minutos en la Segunda Cadena?. La Televisión Española y de las JONS siempre tuvo de pública lo que Aznar de demócrata. Hoy, RTVE es ya un organismo engullido por empresarios de variado plumaje, mientras va desapareciendo cualquier vestigio de servicio al ciudadano, excepto si pensamos en las necesidades fisiológicas. Sin embargo, el poeta galo aún es un referente en la canción popular francesa de todos los tiempos. 

Quienes tuvieron la fortuna de conocer el Paris de los años sesenta y setenta, sabemos que en el teatro Bobino, en el barrio de Montparnasse, todas las tardes, durante los tres meses de invierno, solía anunciarse la visita de Georges. Era una sala con capacidad para casi mil quinientas personas que se llenaba sin problema, aunque en la calle había tortas por adquirir una entrada y las colas fueran de órdago. Cuando Brassens aparecía en aquel escenario, decorado sobriamente con una silla de madera y tres micrófonos (voz, guitarra y, en ocasiones, contrabajo y/o violonchelo), el silencio se interrumpía con una cariñosa ovación, breve pero de una intensidad emocionante. Un solo cañón de luz iluminaba al cantante que, con un pie sobre la silla, iniciaba el concierto con un primer tema que nunca era el mismo en cada actuación.  

A partir de ese instante, el local era todo interés, cariño, mimo y respeto hacia un personaje único, que lograba con una voz profunda y suave, con perfecta dicción, llevarnos a un paraíso de novelas cortas en las que conocíamos a Jeanne, a cuatro bachilleres, al juez que fue violado por un gorila, a los enamorados que se besaban en los bancos del parque, para confesarnos (vía Louis Aragon) que no hay amores dichosos o elevar una súplica para ser enterrado en la playa de Sête, tener el honor de hacer una No Petición de Matrimonio y mostrar una alegría desbordante al saber que “tengo una cita con usted”.  

Georges Brassens es el mejor de los poetas-cantantes que han existido, el más preclaro de los cantantes que han creado poemas propios para ser cantados. Un caso insólito, perteneciente a esa órbita en la que giraban Jacques Brel o Leo Ferré, Jean Ferrat y Charles Trenet, pero que, al contrario del primero de los nombrados, jamás fue promocionado en España, territorio comanche en el que todavía sigue vigente aquello que le preguntaba un sargento del ejército franquista al joven soldado y futuro escritor Juan Benet, cuando este hacía el servicio militar: 

 - Cuando ves a un francés ¿no te entra mucha rabia?... Pues eso es ser patriota – decía la mala bestia vestida de uniforme. 

Es una verdadera pena el “desafrancesamiento” paulatino, pero constante, que la intelectualidad españolista fue sembrando desde que Felipe González (que venía de ser coronado como Secretario General del PSOE en una ciudad francesa, como es Suresnes) decidiera caminar por la senda de los Estados Unidos de Norteamérica, traicionando la hospitalidad y la cultura gala, porque así se lo aconsejaron ilustres demócratas como Javier Solana, experto en armas químicas, daños colaterales (o sea genocidios) y mentiras piramidales. Y es que el sevillano intuyó que, algún día, podría ser de mayor utilidad para sus fines de idiotización colectiva, una canción como “Rasputin” que algo tan intelectual y complicado como “La Mauvaise Reputation”. Espero que en Portugal no se haya desarrollado una actitud similar hacia los españoles, pero lo mereceríamos.  

Las canciones de Brassens eran (son) verdaderos ejercicios poéticos de ingenio, ternura y dominio de la lengua vernácula, resultado de muchos años de trabajo arduo, al que había que añadir, ulteriormente, el problema de la música. De la métrica y el ritmo. Pero a Georges le protegía su inmensa cultura, su conocimiento adquirido en la lectura y disfrute de Villon, Valery, Rimbaud, Baudelaire o el ya citado Aragon. Todo ello y la utilización habitual de modismos y frases de extracción popular, que contrastaban con el academicismo de algunos textos, hicieron de él un verdadero creador, inimitable, independiente y siempre cáustico.  

De Brassens emana una valiente integridad, tan extraña hoy a los intelectuales “de pensamiento blando” (Marías, Montero, Albiac, Bueno, Cebrián, Pradera) como el compromiso con la verdadera democracia. De su obra brotan conceptos que se hacen casi tangibles, como el amor, la amistad, la vejez, la muerte, la traición, la esperanza, el honor, el valor, que se esparcen en medio de un paisaje donde florece el sentido del humor, el sarcasmo o la ironía, sin un ápice de tolerancia para la sensiblería o la hiperdramatización de los sentimientos, que habitan en personajes de ficción, pero tan bien dibujados que parecen reales. Poesía verdadera. Verdadera poesía.


Hace 25 años que murió, discreta y dolorosamente, el poeta cantor. Tenía sesenta. He lamentado que mis bodas de plata con su muerte no puedan tener como escenario la mediterránea playa de Sête, donde se halla enterrado. Y desde La Habana, mientras en mi casa suenan sus canciones,  recuerdo las palabras que le dedicara  Gabriel García Márquez: 

Hace algunos años, en el transcurso de una discusión literaria, alguien me preguntó quien era, en mi opinión, el mejor poeta contemporáneo de Francia. Sin dudarlo un segundo, respondí: Georges Brassens.”              

EL RENNY ES EL BENNY, EL BENNY ES MORÉ

EL RENNY ES EL BENNY, EL BENNY ES MORÉ Las emisoras cubanas de radio y televisión no lo olvidan. Cada año, cuando llega el 24 de agosto, son cientos las horas en las que se honra la memoria de una de las figuras más carismáticas de la canción cubana: me refiero, cómo no, a  Bartolomé Maximiliano Moré (1919 – 1963), popular en medio mundo bajo el diminutivo de Beny, el Benny, como otros suelen escribir, pero siempre, Moré. Decenas de ciudades de la isla no cesan de recordar al enorme músico nacido en el humilde barrio de La Guinea, en la localidad de Santa Isabel de las Lajas, en la provincia central de Cienfuegos.  Un nombre ante el que se alzan los elogios más hiperbólicos, las alabanzas sin cuento para ese Bárbaro del Ritmo, cuya biografía filmada se ofrece desde hace varias semanas en decenas de cines de la isla, con llenos absolutos, demostrando no sólo el imborrable recuerdo de este auténtico monstruo de la música antillana, sino la propia calidad del film. Quien firma esta líneas ha tenido el placer de degustarlo en dos ocasiones. Y me preparo para la tercera, porque estamos ante una película de enorme talla, en la que el trabajo de investigación, soberbio y riguroso, se halla a la altura de su calidad fotográfica, interpretación, ritmo y desenlace. “El Benny”, como se titula la ópera prima del director Jorge Luis Sánchez (46 años, unido por lazos familiares con el cantante), recoge de forma magistral la vida de este genio, que sin saber leer una sola nota, era capaz de dirigir toda una orquesta.  El actor que encarna a Benny (soberbio es un adjetivo que se le queda corto) es el también cubano Renny Arozarena, cuyo primer y merecido galardón internacional, el Boccalino, se le entregó esta primavera en el Festival de Cine de Locarno, en Suiza, porque el jurado consideró que había logrado con su interpretación “entregar el carácter, la pasión y el halo inconfundible que distinguieron al gran mito de la historia de la música”.  La figura y la música de Benny ha sido utilizada también en dos filmes más, un excelente documental francés titulado Hoy como ayer en el que, además del material original que se rescata, con excelentes imágenes de archivo que contienen temas como Oh vida, Santa Isabel de Las Lajas, Como fue, Batanga N° 2, Que te hace pensar, Hoy como ayer, Mata siguaraya, Te quedarás, Saoco, Preferí perderte, Como arrullo de palmas, Que bueno baila usted, La vida es un sueño, Bonito y sabroso etc, se ofrecen varias entrevistas y comentarios de personalidades como Enrique Benítez "El Conde Negro", Walfrido Guevara, Ibrahim Ferrer, Eliades Ochoa, Miguel Patterson, Fernando Álvarez y otros.  La otra cinta, de ficción (más bien ciencia ficción), es una espantosa obra dirigida por Andy García, protagonizada por Bill Murray, que encarna a un profesor, y Dustin Hoffman, en el papel de un mafioso histórico como fue Meyer Lansky, rodada en Santo Domingo (faltaría más), en la que el protagonista no quiere ni a Batista ni a Fidel, y por eso, como Andy, se queda con Bush en EEUU. Pura coherencia política. Hoy, García comparte mesa y tenedor con terroristas internacionalmente buscados (algunos en cárceles de cinco estrellas durante algunos meses) como Luis Posada Carriles, Orlando Bosch, Santiago Alavarez o Pedro García Remón y demás miembros de la mafia cubano-americana, responsables de la muerte de cientos de personas, mujeres, ancianos y niños, en atentados como el del avión de Cubana de Aviación en 1976. Es decir, con lo más florido de los batistianos, como los Díaz-Balart y Mas Canosa de Miami. Dicen que Andy, que hoy tiene 50 años,  huyó del comunismo cubano en 1960 cuando aún era un niño de cinco, pero aun nadie le ha entregado un premio por tan precoz y sabia decisión. ¡Qué bárbaro¡. Y pensar que yo, a la misma edad, no pude escapar de Franco. “La Ciudad Perdida”, como se titula el bodrio, es sin duda una película muy profesional, de esas que harán las delicias de gente como Vargas Llosa, Zapatero, Alan García, Uribe, Videla, Juan Carlos de Borbón, Pinochet, Fernando Trueba, Aznar, Bush, Blair, Juan Luis Cebrián, Zoe Valdés, y demás demócratas, de esos que gustan de imponer el sufragio universal a bombazo limpio, mientras depuran étnicamente el planeta y aseguran la ganancia de miles de millones de euros a sus amigos los empresarios de Unión Fenosa, Telefónica, Repsol, Texaco, Vodaphone, BP, Inditex, etc., para que, quizás algún día, imiten a los directivos de Forum Filatélico o Enrom,  y puedan disfrutar de lo ganado con el sudor de los de siempre, en las Islas Caimán, las Marshall, o las Barbados. Eso sí, el filme cuenta con una banda sonora repleta de “castristas” como Moré o Bola de Nieve.  Pero sigamos con El Benny, con ese verdadero monumento al ritmo que se nos fue por una esperada cirrosis hepática en 1963, cuando apenas contaba 44 años. Hoy tendría 87, y aún se recuerda, como uno de sus mejores detalles para con la Revolución, que tras la primera campaña de alfabetización en la isla, el propio Fidel le pidió que hiciera una gira por toda Cuba y que pusiera un precio a ese periplo. Moré, sonriendo como sólo él sabia hacerlo, le contestó: “Comandante, usted ha entregado tanto ya a este país que yo no tengo valor para pedirle ni un solo peso. Cantaré gratis”. Y así lo hizo.  La última semana del mes de agosto, La Habana revivió a Moré en numerosos actos  El pasado día 20, en el hotel Habana Libre Tryp, se inauguró una exposición dedicada al Bárbaro del Ritmo con obras de pintores de la talla de Nelson Domínguez, Alexis Leyva (Kcho), Juan Moreira y Alicia Leal, entre otros. El martes 22, en la Casa de la Amistad, en el Vedado, se celebró un interesantísimo coloquio denominado Reflexiones: Benny Moré, el genio de la popularidad, en el cual se debatieron un grupo de ponencias sobre su bolerística, su presencia en el cine, la radiodifusión de sus canciones en Europa, y recuerdos de su familia, y a las cinco de la tarde, en el Teatro Nacional tuvo lugar la presentación de la revista Tropicana Internacional. El jueves 24, por séptima ocasión, se desarrolló el espectáculo Hoy como ayer (como el título del documental citado anteriormente), en el cabaret Alí Bar, en San Miguel del Padrón, sitio en el cual se presentó el popular artista. La ocasión sirvió para rendir homenaje a quienes han promovido la música del Bárbaro del Ritmo como Manolito Simonet, Pedrito Calvo, Andy Gola, Amadito Valdés, Teté Caturla, Juan de Marcos González, Amado Dedeu, Policarpio Tamayo (Polo), José Abat (El Ruso) y la Comparsa de la FEU (Federación Estudiantil Universitaria). El sábado 26 se efectuó una gala de cierre que incluyó también diversas presentaciones artísticas nocturnas en los cabarets más famosos de la capital. En suma. La Habana sintió al Benny una vez más hasta en el rincón más recóndito de sus barrios, y como cada año, sus paisanos peregrinaron hasta la tumba del genio en el cementerio de Santa Isabel de las Lajas. En aquella localidad aprendió los cantos de sus ancestros, pero también a interpretar el son, la guaracha y la rumba. Benny, o Beny (como prefiera el lector) era un autodidacta que aprendió a tocar la guitarra con un amigo de la niñez, que componía y se aprendía los arreglos dándoles una estructura similar a las bandas norteamericanas de jazz. De ello podría hablar (y aun lo hace y lo escribe) mi amigo y colega Félix Contreras en el libro titulado “Yo conocí a Benny Moré”, que, según el autor, es “Un pequeño aporte a la escasa bibliografía que sufre nuestra fascinante música popular; culpa de la escasa atención que ha tenido nuestro patrimonio sonoro por la parte de nuestros escritores e intelectuales en general. Benny fue fraguado en la rica cultura popular caribeña como los dos Miguelitos, los Matamoros, Rita Muntaner, La Lupe, Celia Cruz, Tite Curet, Elena Burque Celeste Mendoza, Bola de Nieve, Celina González, y muchos más”.  Además de su material original, Benny Moré registró una inmensa variedad de canciones escritas por cerca de cuarenta compositores, incluyendo Agustín Lara, Arsenio Rodríguez, Ernesto Duarte, Pedro Flores, Juan Arrondo, José Dolores Quiñones, Osvaldo Farrés, Juan Bruno Tarraza, Julio Brito, Claro Fumero de José, Ricardo Pérez Martínez, Pedro Vega, Alberto Barreto, y Domínguez Franco. Comenzó su carrera como cantante de boleros tradicionales  o sus fusiones (bolero-chá, bolero-mambo, bolero-son), llegando a convertirse en uno de los precursores del bolero moderno, como resultado de la incorporación de elementos del jazz y de las inflexiones vocales más innovadoras, así como su aceptación por estilos como el fílin, que han logrado sobrevivir a este siglo XXI, como los boleristas de la salsa, o los artistas cubanos contemporáneos más avanzados que cultivan el género.. Los principios profesionales de Bartolomé Maximiliano Moré fueron orientados más al idioma de la guaracha que a la barroca lengua romántica del bolero, en grupos como el Conjunto Matamoros, Arturo Núñez, Ernesto Duarte y Dámaso Pérez Prado. Como resultado de su colaboración con estos genios de la música popular, Benny consiguió una formidable experiencia y conocimiento, reflejado posteriormente en la discografía de sus tres grandes, conjuntos o bandas. Muchos de los arreglos que utilizó, bautizados como El Sonido de mi Tribu, son hoy tan vigentes como hace 50 años. Unas orquestaciones “a la big band”, mezcladas con armonías modernas, improvisaciones impetuosas, pero es indiscutible que su esencia cubana fue preservada fielmente. La calidad de sus músicos (lo mejor es no mencionar ningún nombre para prevenir malos entendidos o frustraciones provocadas por el olvido involuntario) y la combinación de originales técnicas instrumentales, así como el ambiente popular, el sabor de barrio que diría Gato Pérez, ayudaron a que sus canciones y versiones dieran la vuelta al mundo, y que la orquesta de Moré, de El Benny, sea hoy considerada una institución musical a nivel hemisférico. Con ella, este genio eternamente joven, cruzó América varias veces de Norte a Sur, de Este a Oeste, dejando patente esa cubanía tan especial y colectiva, como personal y única. Para curiosos y fans, ahí va una lista de temas en los que dejó esa impronta. Boleros  firmados por él:- Dime Que Sí- El Bardo- Conocí La Paz- Todo Lo Perdí- No Te Atrevas- Dolor y Perdón- Mi Amor Fugaz Boleros de otros autores:- Camarera Del Amor (José Dolores Quiñones)- Cómo Arrullo De Palmas (Ernesto Lecuona)- Cómo Fue (Ernesto Duarte)- Encantado De La Vida (Justi Barreto)- Dulce Desengaño (Armando Beltrán)- Fiebre De Tí (Juan Arrondo)- La Vida Es Un Sueño (Arsenio Rodríguez)- Mi Corazón y Yo (Frank Domínguez)- Mira Que Eres Linda (Julio Brito)- Mucho Corazón (Emma Elena Valdelamar)- No Me Vayas a Engañar (Oswaldo Farrés)- No Puedo Callar (Mercedes Fernández)- Solamente Una Vez (Agustín Lara)- Te Quedarás (Alberto Barreto) Y como postre, los diez mejores temas de su carrera profesional, según algunos expertos consultados 1: Francisco Guayabal
2: Cienfuegos
3: Santa Isabel De Las Lajas
4: Bonito Y Sabroso
5: Dolor y perdón
6: Maracaibo Oriental
7: Como Arullo De Palmas
8: Guantanamo
9: Se Te Cayo El Tabaco
10:  Que Bueno Baila Usted
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JOHN LENNON ERA UN TERRORISTA

JOHN LENNON ERA UN TERRORISTA

El documental que en España se titulará EEUU contra John Lennon, sobre la década (1966-1976) que marcó la etapa más antibelicista del ex Beatle, dicen que conmovió en el Festival Internacional de Cine de Venecia, donde fue recibido con calurosos aplausos y algunas lágrimas. La película de David Leaf y John Scheinfeld, que se exhibió en calidad de estreno mundial en la sección Horizontes, se propone sobre todo denunciar el acoso al que el Gobierno estadounidense sometió al carismático músico cuando se trasladó a vivir a Estados Unidos, abrazando la causa pacifista y la defensa de los derechos civiles. El filme, cuya banda sonora está compuesta, como no podía ser de otra manera, por canciones de Lennon, algunas de ellas inéditas, denuncia que la administración del presidente Richard Nixon vigiló al músico, intervino sus líneas telefónicas e intentó deportarlo bajo el argumento de que el genio británico estaba siendo desleal con Estados Unidos.

 Queríamos mostrar lo que pasa cuando un gran artista tiene el coraje de desafiar al poder, cuando un hombre sin miedo lucha por la paz, explicó David Leaf, uno de sus directores. “La película no está diseñada para comentar la situación actual, pero la comparación es inevitable”. Leaf recordó sobre todo el caso del grupo femenino de música country, The Dixie Chicks, boicoteado en numerosas radios de Estados Unidos luego de que una de sus integrantes criticara al actual presidente estadounidense, George W. Bush. “Después de los atentados del 11 de septiembre, cualquier ligero desacuerdo con el gobierno es considerado antipatriótico. Eso es exactamente lo que le pasó a Lennon”, explicó el director.  El documental se basa sobre todo en numerosos documentos, entre los que destacan su luna de miel con Yoko Ono en Montreal y Ámsterdam, donde estuvieron metidos una semana en la cama protestando contra la guerra de Vietnam, así como numerosas entrevistas de televisión en las que ambos mostraban su radical oposición a la violencia. EEUU contra John Lennon recoge además los testimonios de varios protagonistas de la época, ex activistas, ex funcionarios del gobierno y periodistas, así como de la viuda del músico asesinado en 1980, Yoko, quien permitió a los directores un acceso sin precedente al archivo privado de la pareja, con material audiovisual hasta hoy desconocido. El público se encontrará con una Yoko Ono nunca vista hasta ahora en público. Creo que para ella había llegado el momento de hablar de aquella época. Y, dados los trágicos sucesos de los últimos cinco años, consideró necesario que se hiciera esta película”, señaló  Leaf, que hizo hincapié en el hecho de que John y Yoko eran la pareja más famosa del momento. “Usaron su fama para intentar construir un mundo mejor. Eso convierte en único lo que hicieron. Fueron muy valientes”.  Celebro mucho el estreno y la emoción que despertó en su premiere veneciana ya que, aunque la denuncia se haga con bastante retraso, habremos de entonar aquello de más vale tarde que nunca. Porque ya hace más de veinticinco años que lo sugerí en la desaparecida revista “La Calle”, y lo volví a recordar en el 2000 por medio de un articulo en el que se recogía parte de la tesis mantenida por los dos documentalistas. No es vana presunción, por favor (que uno aunque no tenga abuela sabe de modestia y recato), es sana alegría por coincidir en los planteamientos de esta pareja de cineastas que han tenido la fortuna, el coraje y el valor de recopilar tanto material original e inédito, para gritarle al mundo (aunque no se demuestre de forma fehaciente) que el gobierno de EEUU asesinó a John Lennon de la manera más cinematográfica: utilizando a través del FBI a un pobre psicópata que se encargaría de descerrajar todo un cargador de pistola contra el autor de Imagine. No fue otra cosa el tal Mark Chapman: la mano ejecutora del ejecutivo yanqui. ¿O acaso a estas alturas alguien en su sano juicio duda de que Lee Harvey Oswald, el asesino de John F. Kennedy, era un pistolero pagado por el FBI?. He aquí lo que escribí entonces y que hoy mantengo:  “El Federal Bureau of Investigation, más popular entre los mortales como el todopoderoso FBI, ha hecho públicos unos informes secretos en los que revela que el ex Beatle John Lennon apoyó desde 1972 al Irish Republic Army, más conocido como IRA, enviando aportaciones económicas a personas y organizaciones civiles cercanas al movimiento de liberación de Irlanda del Norte.  Sin entrar a valorar la fiabilidad de la información (no hay que olvidar que la misma agencia mantuvo ocultos informes que relacionaban a ese mismo departamento con el asesinato de John Kennedy), la pregunta que surge de inmediato es por qué salen a la luz dichas denuncias el año en que se conmemora el 20º aniversario del asesinato del Beatle, y mientras las conversaciones en el proceso de paz de Irlanda del Norte atraviesan un impasse inquietante.  ¿Acaso quiere el FBI que la imagen de Lennon se distorsione para la historia y para sus fans de tal forma que el ídolo pase de ser héroe a villano?... ¿Quién o quienes están interesados en meter en la cloaca de la sospecha terrorista al creador de temas como Working Class Heroe, Revolution, Woman is the Nigger of the World, etc.?...¿Tal vez para oscurecer los posibles conciertos y celebraciones del 8 de diciembre de 2000, día en el que un nunca investigado Mark Chapman descerrajó cinco balazos en el cuerpo de John?.  Las teorías sobre el asesinato de John Lennon jamás merecieron una investigación a fondo. Ni siquiera su viuda, Yoko Ono, quiso gastar ni un solo dólar en una labor que sabía de antemano iba a ser torpedeada desde instancias inalcanzables para ella. Habría de esperar a que un Oliver Stone obtuviera el permiso correspondiente para abrir la caja de Pandora que se oculta en todos los despachos del FBI, y comenzar el rodaje de JWL (John Winston Lennon) donde desmostrara, como en JFK, que el magnicidio de Dallas no fue obra de un procastrista norteamericano.  Desde que era Beatle, tanto John como el hoy flamante Sir Paul Mac Cartney, no ocultaron sus simpatías por los movimientos de liberación del territorio de Irlanda del Norte (Get Back Ireland to the Irish, Sunday Bloody Sunday), pero de ahí a afirmar que financiaban las acciones del IRA hay un enorme abismo, tan grande como la intención de acabar de una vez con la leyenda del John Lennon paficista a ultranza, soñador y romántico.  

Tal vez al FBI no le convenga recordar que en 1916 el Gobierno británico condenó a muerte a Eamon de Valera, posteriormente primer ministro de Irlanda hasta 1959 y Presidente de la República ese mismo año, o que actores y directores como John Wayne, Maureen O’Hara o John Ford (todos de ascendencia irlandesa), simpatizaban abiertamente con el Sinn Feinn y aportaban para la causa republicana miles de dólares. Pero, naturalmente, los protagonistas de películas como El Hombre Tranquilo no deben ser investigados”.

 

Hace veintiséis años, John era un personaje desleal en las listas negras del Gobierno de USA. Hoy, de haber sobrevivido, estaría en las de “peligrosos terroristas”. Porque defendía la paz, porque apoyaba a los trabajadores, porque combatía contra la injusticia, porque denunciaba las bestialidades yanquis en Vietnam, porque comprendió la lucha de Irlanda del Norte por su total independencia, porque le gritó al mundo que aun faltan muchas “Revolution”...

 

Cada vez que escucho a Bush lanzando el epíteto a diestro y siniestro, como a su colega intelectual Aznar, para definir la lucha de la guerrilla en Latinoamérica, a los militantes de Hezbolá, al pueblo palestino, a los vascos abertzales, a los independentistas corsos, a la resistencia iraquí, a los cinco héroes cubanos prisioneros en cárceles de USA precisamente por ser antiterroristas, etc., pienso en cómo esos mismos personajes, con el silencio cómplice de muchos gobiernos de la Comunidad Levinsky (o sea, la europea) se pasan la vida protegiendo a demócratas como Luis Posada Carriles, Orlando Bosch, Santiago Alvarez, Pedro García Remón, Tony Blair o Silvio Berlusconi, sin que se les asome un mínimo rubor en las mejillas.

 

 Por eso afirmo que, en ese estado de cosas, John Lennon era un terrorista. Y yo también. Y a mucha honra.

 

The long and winding road (dedicado al ex pensador Fernando Savater)

The long and winding road (dedicado al ex pensador Fernando Savater) El largo y sinuoso camino que el enfermo Savater se ha inventado, tiene un final aterrador que ni él mismo es capaz de adivinar. En ese trayecto hacia el abismo, el otrora brillante pensador se lanza a una carrera de fondo sin ver el gris horizonte que le aguarda. Es aún peor, camina a zancadas mirando hacia atrás para sonreír a los que le siguen; pobres criaturas que creen tener delante a un nuevo Colón que les llevará a la tierra de la concordia, cruzando las poderosas corrientes del odio, la venganza, el desprecio y la mentira, que es donde naufragarán antes de arribar a las costas prometidas.

El enfermo imaginativo que hoy encarna el ex pensador, ya no tiene cura. No hay antídoto contra esa locura trabajada a fondo en las letrinas de Aznar y el Pacto Antiterrorista, que hoy, mira por dónde, agoniza lentamente mientras los descendientes de Hitler van a reunirse en Río de Janeiro para dibujar un mapa en el que Cuba y Venezuela desaparezcan para siempre. No les mueve la ética, ni el raciocinio, la bondad o la esperanza. Su motor ruge de ira porque otros no abandonan las utopías, porque hay millones de seres humanos que saben que, por encima de las hoces y martillos, de las estrellas y las barras, las franjas de colores y las medias lunas, los soles y las armas, hay un espasmo general, una nueva náusea, provocada por esa actitud de sumisión ante el Imperio del César norteamericano.

Los llamados intelectuales de pensamiento blando se han rendido y no soportan la visión de quienes no quieren renunciar a la batalla verbal, a la razón y a la defensa de la democracia real. Esos ex filósofos, españoles o franceses, italianos o alemanes, no constatan nada con sus diatribas rabiosas excepto su propio fracaso, su miseria moral. Dicen colocarse frente a los terroristas, pero no tiemblan ni se detienen ante la tortura más abyecta. Sencillamente, miran hacia otro lado. Y lo que no se ve, no existe. Es la anti – fe, un nuevo producto del siglo XXI para combatir la esperanza.

Savater bien podría ser ahora mismo un fiel guardián de un campo de concentración, en Guantánamo o en Jerusalén, Bagdad o Kabul, un Millán Astray de la Facultad de Filosofía del País Vasco Y en ese sueño imagina que bajo su mirada desfilan, arrepentidos y famélicos, todos los enemigos de la civilización occidental. O sea, los que aman la inteligencia.

Los últimos vestigios de racionalidad de Fernando Savater se darán cuando opte por imitar a Sócrates y termine de soltar lo que le queda de bilis ratificando la frase del clásico: el filósofo debe acudir gozoso a la muerte... cerebral, se supone.

 


Amores que matan

Amores que matan

/A propósito de la película "Habana Blues") 

Todo es posible en La Habana, incluso que un afamado director cinematográfico estudie parte de su carrera en la no menos reconocida Escuela de San Antonio de los Baños, y que unos años más tarde declare que su película “Habana Blues”, rodada casi íntegramente en la ciudad de las columnas (Alejo Carpentier, dixit), es su declaración de amor a la villa, un homenaje a la capital de Cuba, que trata de contarnos una historia de rockeros tan patética como nada creíble, excepto para aquellos tuertos voluntarios que opinan que en la mayor de las Antillas sólo existen dos tipos de juventud: la que quiere poner mar de por el medio como sea, y los que se niegan a abandonarlo todo pero, como en el film, estos últimos no tienen oportunidad (el realizador se niega a ello) de explicar las razones que les impulsan a permanecer en su país natal.           

Como afirma un colega del Mincult (Ministerio de Cultura cubano): “Ese tipo hace hablar a los muchachos habaneros como si fueran madrileños o sevillanos”. Ni que decir tiene que él ya había visto la cinta. Zambrano dice que la historia de los dos protagonistas es un drama. Yo lo corroboro. Un verdadero drama.         

Hace unos días, mi estimada amiga Mary, telefoneó para invitarme a disfrutar del filme de Benito (un día hablaremos de su incomprensible desdén hacia el autor de la música, el compositor y cantante X Alfonso), en compañía de unos cuantos jóvenes de la familia, cuyas edades estaban entre los 18 y 25 años. Tras la proyección, que siguieron con mucha curiosidad y gestos de sorpresa en determinadas escenas, los comentarios fueron para todos los gustos; pero hubo una línea común en la mayor parte de quienes allí estábamos: esas imágenes no eran, ni remotamente, un fiel reflejo de la juventud habanera. Y, mal que le pese al realizador sevillano, el lenguaje utilizado, la jerga puesto en boca de los protagonistas, no parece escrito por alguien que conoce las claves de los jóvenes capitalinos, sino de aquel que está pensando en “el público de fuera”, prostituyendo así no sólo el desarrollo de la artera trama, sino hasta la mínima credibilidad que debe tener un diálogo entre muchachos que hacen rock, hip-hop, hardcore, fusion, blues, reggaeton, o lo que sea, que luchan por la fama y viven en esta maravillosa ciudad.          

 Zambrano pisa y resbala en la yema de huevo, sabiendo que a pesar del batacazo artístico (el económico, por supuesto, está salvado por la norteamericana Warner Bros, que es quien anda protegiendo al enamorado), eso no parece quitarle el sueño ante las perspectivas de distribución del filme en las tierras de La Florida, donde hay hambre de historias que “aplasten” cualquier idea en torno a una plácida existencia en la Cuba revolucionaria. El señorito Zambrano (que en 1999 demostró genio y figura en “Solas” y en el 2001 con la televisiva “Padre Coraje”), que ha pasado algún tiempo en las cercanías de La Habana, no ha querido, acaso involuntariamente, hacerle caso al corazón, sino a las voces que, desde la productora, reclamaban una historia “realista” (a la española) sobre un colectivo tan variopinto como numeroso: los jóvenes músicos cubanos residentes en La Habana. Y en el fallido empeño le han salido críticas bastante duras:  Decepcionante quizá la última película de Zambrano, no porque sea mala, sino porque después de Solas se esperaba algo mejor. La película por momentos te aburre, no te engancha y deja de interesarte casi a los 15 minutos. Es cierto que luego, llegando al final se despierta un poco, pero no justifica la hora y cuarto que llevas sentado en la butaca del cine.". (Supercastells, Torrent. España). 

“Algunos de los conflictos son dibujados con excesiva simpleza, aunque la mayoría tienden a estar muy bien resueltos. Sin embargo, los mayores peros de la película se encuentran en la misma base. Los actores, sobre todo el protagonista, son desacertados; la música parece más cercana a operación triunfo que a los barrios de la Habana, y en ningún momento tenemos la sensación de estar aprendiendo nada sobre la maraña musical de la isla”. (Sergio, Zaragoza. España). 

“La película de Zambrano tiene buenos momentos, aunque el epicentro de la misma no sea la batalla que entablan los músicos cubanos para grabar, sino una pretendida denuncia de las multinacionales disqueras, verdaderos vampiros del rock, así como la dicotomía entre el chaval que quiere irse y el que se queda. Patético por simplista. No existe el ritmo y deja de interesar al cuarto de hora de exhibición. Muchos afirmamos que "Solas" era una muy buena película, mas de "Habana Blues" no se acordará mucha gente en el futuro. Sorry Benito, pero La Habana y su gente dan para muchísimo más, brother.” (José Luis, Málaga. España)          

 Zambrano ha hecho una película engañosa, superficial e infantil, para un público desinformado, o mejor dicho, mal informado por las multinacionales “independientes”, para un potencial espectador que pone por delante la previa condena a la sociedad cubana, antes que la curiosidad y el criterio, el rigor y la información objetiva. El buen profesional que es Benito, cayó en las redes de los compradores de conciencia con la misma facilidad con la que un gacetillero español, experto en música, se estrella en el intento cuando quiere “cazar” a un artista antillano, planteándole cuestiones sobre política, y no acerca de sus canciones. Coño, no sé por qué los periodistas españoles casi nunca inquieren sobre temas artísticos a los políticos cubanos. Será, me digo, porque tienen orden de no entrevistarles nunca. Que yo sepa, en treinta y cinco años que he pasado entre cámaras y micrófonos, JAMÁS se ha invitado a un programa, a un debate, a representantes oficiales del gobierno cubano, o a los miles de profesionales que defendemos las conquistas de la Revolución. Y no sólo la originada tras el triunfo de Fidel, sino aquella primera en la que Carlos Manuel de Céspedes, en 1868, se alzó en armas contra el imperio español y su monarquía absolutista. Esa es la famosa “objetividad y rigor informativo” de la mayor parte de los medios de comunicación europeos que, como analizaba hace unos días Ignacio Ramonet (“Le Monde Diplomatique”), están siendo monopolizados peligrosamente por tres o cuatro archimillonarios de la globalización, que compran sin decoro ni recato todo tipo de plataformas de expresión para encadenar la libertad. Y es que el dinero paga bien los silencios.          

En el caso de Zambrano, las anécdotas que plantea el filme “Habana Blues” no pueden sustituir a la realidad de una juventud como la cubana, en la que existen, cómo no, todo tipo de actitudes: la de los que quieren conocer el “paraíso primer mundista” para permanecer en él; la de los curiosos que desean ir pero no quedarse de forma definitiva; la de quienes aunque puedan viajar no están entusiasmados con la idea; la de quienes viajan y siempre vuelven; la de los que huyen, no regresan en unos años pero al cabo de poco tiempo retornan cabizbajos; la de quienes ni siquiera tienen deseos de abandonar su familia y su entorno; la de los que logran, tras ímprobos esfuerzos ante el consulado de España, Italia, Alemania, Francia o Canadá, que les dejen ir a visitar a familiares. Y no es el gobierno cubano quien pone las trabas. Acabemos de una vez con esta falacia.          

Mi película tiene un sólido, real y verdadero argumento: una muchacha cubana logra una beca en una Universidad española. Las autoridades de la isla le otorgan todos los permisos correspondientes. Con el billete y el pasaporte en la mano, el drama de mi protagonista comienza en la flamante embajada española, donde se le exige la presentación de distintos documentos, como un certificado en la que una autoridad u organismo, españoles claro, se responsabilice de su asistencia médica en la península, otro sobre la residencia habitual, otro sobre quién sufraga su alimentación, otro sobre los impuestos fiscales, amén de obligarle a presentar una cuenta corriente en algún banco cubano por valor de 500 cuc (pesos convertibles equivalentes al dólar), etc. Lo mejor (y más increíble) es cuando, una vez cumplidos los engorrosos trámites, el consulado de Juan Carlos de Borbón riza el rizo de los desmanes al plantear: “Y ahora, querida Agnés, sólo te falta una “cosilla” de nada: una cuenta corriente en alguna entidad bancaria española con un saldo de 1.000 euros”. La pobre becada estalló en llanto. El sadismo es juego de niños al lado de lo que se le exigía para seguir su curso en la universidad.          

¿Existe voluntad por parte de las autoridades europeas para recibir ciudadanos cubanos, bajo las mismas condiciones que otros de EEUU o Polonia, por ejemplo?. En absoluto. Esta película, que nunca podré dirigir, es  una pequeña pero durísima muestra del comportamiento “democrático” de los gobiernos de esa falsa comunidad europea, que únicamente es común cuando se trata de expulsar africanos, o de hacer negocios con las penurias de los emigrantes ya existentes. Y en el consulado español de La Habana se han matado sueños, proyectos, ilusiones, encuentros, simplemente porque la CE ha dictado una sentencia: Al cubano, ni agua, a menos que sea anticastrista. Nada de esto se plantea en el filme. Cuando uno de los protagonistas grita: “¡¡Me quiero ir de esta puta isla¡¡”, se conoce que nadie le había informado de lo que le aguardaba en el consulado de cualquiera de las  democracias europeas” existentes en La Habana. Pudiera ser, entonces, que la puta fuera otra, y no la isla, precisamente.         

El filme “Habana Blues” no habla de eso, no cita, ni de lejos, los problemas por los que atraviesa un joven músico cubano si desea ir a España en un simple viaje profesional. No refleja las miles de trampas que le tiende la burrocracia española a la hora de conceder la visa. El filme oculta, manipula y juega con el espectador, bajo la sarcástica afirmación del propio Zambrano: “Mi película es una declaración de amor”. Para colmo, existe un slogan, pretendidamente inteligente, que trata de sintetizar la historia: Vivir es elegir.          

Lo malo es cuando tienes que elegir entre Aznar o Zapatero, Tele-5 o Antena-3, TVE o Canal Plus, Localia o Telemadrid, Canal Sur o ETB. Entonces, lo mejor es huir para seguir viviendo. Hay amores que matan: los del director lebrijano. Hay mentiras que no se soportan: “Habana Blues”, es una de las mas burridas.                                                                                                                                                      

CARLOS TENA 

PD.- El firmante declara solemnemente que este artículo es una declaración de amor y cariño hacia Benito Zambrano