LA EMBAJODA ESPAÑOLA
En tiempos en los que Manuel Fraga Iribarne, ilustre franquista de toda la vida, ocupaba un trono como embajador del reino de España en el de la Gran Bretaña, los que practican el siempre noble arte de la ironía y el sarcasmo, acostumbraban a bromear acerca del carácter del representante oficial del régimen de Franco, tildando como Embajoda a la sede donde el mastodonte gallego comía, dormía y conspiraba, aludiendo así al ambiente de oprobio e insulto constante a la inteligencia, que desprendía el edificio londinense y su más ilustre arrendatario. Parece que las cosas han cambiado en lo esencial, aunque la geografía ha variado de forma considerable. Sin embargo, algo huele a podrido en la legación española de La Habana. En 1979, el que firma estas líneas militaba en el entonces heroico PCE, al lado de personalidades como el actual embajador de España en Cuba, el ilustre ingeniero aeronáutico y hoy diplomático Carlos Alonso Zaldívar, de cuya objetividad no albergué ninguna duda en aquellos duros tiempos de legalización, hoy parece difuminarse entre sus cansinas alusiones a la falta de participación popular del ciudadano cubano en las decisiones políticas que toma la Revolución, y sus raquíticos argumentos sobre una supuesta debilidad de la sociedad cubana ante la inexorable desaparición física del Comandante Fidel Castro. Y es que el buen Carlos gusta de los tópicos. Se nota su profesionalidad, su exquisito tono pausado al habler, aunque el poder de su razonamiento tenga la misma solidez que la idea de que George Bush es capaz de entender un logaritmo neperiano. Desde aquel lejano año 1977, fueron muchos los compañeros y camaradas que, con la mano izquierda tiraban la toalla, mientras que, con la derecha, se aferraban al cheque al portador que suponía la oferta de inscripción en los clubes del fundador intelectual del grupo terrorista GAL, léase Felipe González, que dejó para la historia una de las etapas más dolientes de la democracia a la española, por su apoyo a los grupos parapoliciales, a las mesnadas falangistas del régimen, que azuzan incluso en nuestros días ciertos funcionarios de los aparatos intocables del estado, al estilo de Melitón Manzanas o Billy el Niño, ejecutado impecablemente el primero de ellos, pero libre el segundo de todo cargo, sabiendo que las órdenes sobre su busca y captura nunca saldrán de los despachos de jueces tan megalómanos y demócratas como Grande Marlaska y Garzón, que se lavan las manos ordenando la busca y captura de Pinochet, o de Videla, y si llegara el caso, de Contreras, Uribe, Ríos Mont, Alan García o Vicente Fox, pero jamás la de militares franquistas, que ya se sabe, han sido generosamente ratificados como héroes de la libertad, por obra y gracia del gobierno de Zapatero, cuando en verdad aquellos son almas gemelas de los más sanguinarios dictadores de Latinoamérica. Si algo enseñó Franco a su colega Eisenhower, fue a elegir un personal castrense cuya honra y honor radicara en el asesinato selectivo de ciudadanos de izquierda, intelectuales y artistas. El hasta hace semanas agregado cultural de esa embajoda, un tal Alberto Virella (hoy, afortunadamente para los cubanos, en la de EEUU), tras una desastrosa gestión en La Habana, distinguida por la inversión de ridículas cifras, más propias de un colegio público que otorga premios a los alumnos distinguidos que de una legación nacional ante un estado soberano, tuvo la desfachatez de llamar por teléfono a la oficina de la Comunidad Europea (que patrocina anualmente algunas actividades culturales en la isla), denunciando y protestando porque “se iba a celebrar un festival de baile flamenco infantil en la sede que Fidel había expropiado al gobierno español del PP (aludiendo al Centro García Lorca, propiedad del estado cubano), para tratar de que los funcionarios comunitarios suspendieran la demostración artística. El demócrata Virella, babea hoy ante la posibilidad de lamer las posaderas de terroristas como George W. Bush, Condolezza Rice o Donald Rumsfeld, Ojalá que la cultura española en EEUU no se vea afectada por el aguerrido funcionario. O mejor dicho, hago votos por que su gestión afecte a los acuerdos entre ambos países en esa materia, ya que sería una inequívoca señal de que las exposiciones, filmes, obras, novelas, que lleguen desde España, bien pudieran socavar los principios fundamentales sobre los que se asienta esa democracia nuclear a lo Bush. No caerá esa breva. El buen Alonso Zaldívar, que tuvo que soportar la nulidad del tal Virella con plausible estoicismo, aún no sé lo que opina de Chávez, pero lo huelo. Su carrera hacia un posicionamiento “a lo Polanco” en sesión continua me preocupa, porque tampoco admite un átomo de comprensión y afecto hacia este sistema político revolucionario (que él defendió hasta 1984), negando la menor a una nación asediada y bloqueada desde hace 46 años, aunque en su fuero interno sepa que los derechos humanos más fundamentales se cumplen con mucho más mimo y rigor en cualquier ciudad de la isla, que en la propia Europa. El actual legado del Reino de España, con los buenos modales que deben caracterizar a un representante de cualquier estado, gusta de mantener un monocorde discurso sobre las ventajas del régimen del monarca borbónico, queriendo ignorar (porque así se lo enseñaron en Washington) que en Cuba existe una participación ciudadana de tal calibre, que nunca se alcanzará en ese territorio que al que hoy representa. Los tópicos en los que apoya su tesis sobre la dictadura castrista, la persecución de disidentes, de periodistas encarcelados, son tan aburridos, además de inciertos, como una conversación sobre la familia real española. Cuando tuvo a bien invitarme a su residencia particular para que le contara mi experiencia en la isla, traté de explicarle algunas de las razones por las que creo, sinceramente, que Cuba goza de excelente salud en temas como la participación popular, en las decisiones políticas de todo tipo, en la defensa del territorio, en el conocimiento exacto sobre cómo y dónde se manejan los recursos económicos con que cuentan, además de repetirle los incontables argumentos que se han publicado en decenas de obras y estudios sobre la Revolución (pero nunca editados en España), así como sus ansias de independencia, su orgullo patriótico, que reafirman cada día su fe en las instituciones, a pesar, insisto, de las carencias de todo tipo que padece la isla, como una Numancia en pleno Caribe. No he vuelto a tener el placer de regresar a su residencia. El legado tiene ya la lección aprendida: ha de aferrarse al discurso de la CE (que es el mismo de Bush), a las amenazas del imperio, blasonando torpemente de esa democracia que invade naciones, mata, asesina, y tortura. Fue triste constatar que mi entonces amigo, hoy ex comunista, había arrojado la toalla. Por eso no resulta sorprendente, pero sí irónico, que cuando trata de explicar cómo funcionan los mecanismos de participación popular en España, se le escape, ¡ oh bendito subconsciente ¡, una curiosa definición del sistema español: juego democrático. Un duende le traicionó. Un simple juego. En Cuba, querido Carlos, la democracia no es ningún pasatiempo. Es lo más sagrado. Suelo verle en las numerosas actividades culturales a las que acude, enjuto, cabizbajo, mirando hacia el suelo, mientras intenta levantar la voz, con la firmeza de quien pisa en terreno resbaladizo, acerca de las supuestas conquistas del primer mundo, departiendo sonriente con artistas, escritores, directivos, mientras deja la incómoda labor de captación de acólitos para la causa anticubana a los servicios de inteligencia de Zapatero, de cuya eficacia, afortunadamente, dudamos todos aquellos que respetamos, compartimos y admiramos la enorme labor desarrollada por el pueblo de Fidel. Otro día hablaremos de los cónsules y su particular sadismo para evitar a toda costa que puedan entrar en España los cubanos que son revolucionarios, y así contribuir al burdo espécimen que dice: “Fidel no permite que los habitantes salgan del país”, cuando lo cierto y mucho más cierto es que en los consulados de la Comunidad Europea se trabaja para exigirle al cubano tales requisitos que, desmoralizado, renuncia a poder viajar como cualquier otro ciudadano. No es que no puedan salir. Es que esos funcionarios españoles, franceses, finlandeses, italianos, etc. que otorgan las correspondientes visas, se niegan a que entren, excepto si se trata de mercenarios que prometen fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento Democrático Europeo. Estimado Carlos. No sabes cómo se echa de menos entre los vuestros algo más de aquella bonhomía tradicional española, esa que practican los verdaderos amantes de la democracia, esa mínima objetividad, el destierro del doble rasero, de la doble moral, de la hipocresía que hoy impera en el Reino, equiparando a los asesinos de la Banda Nacional de Franco con los auténticos luchadores por la libertad, con los que combatieron en el lado de la legalidad republicana. Tus leyes quieren borrar el auténtico significado de la historia reciente, y sabéis que estáis condenados a repetir una parte de ese pasado. Tu gobierno, tu monarquía, aún prefiere a Millán Astray, Queipo de Llano, José Antonio Primo de Rivera, Calvo Sotelo, Carrero Blanco, Aznar o María San Gil, que a Prieto, Azaña, Lorca, Machado, Alberti, Ibárruri, Hernández, Celaya, y miles de hombres y mujeres defensores de otra libertad, por fortuna a años luz de la que defienden los gobiernos de Bush o Blair. Equiparar a los enamorados de la inteligencia con sus asesinos, es el colmo de la injusticia. Te propongo que cambies esa Embajoda por una legación mucho más eficaz, objetiva, colaboradora y responsable, que merezca su auténtico nombre, trabajando por la concordia, la paz y la amistad entre Cuba y España. En la confianza en que ese día llegará, te saludo con todo afecto.,
1 comentario
pituskaya -
Por lo que sé la embajada anda jodiendo los visados con el maldito formularios ex02 que no te lo facilitan, pero que por suerte ya circula en Internet.
Una recomendacion para el blog, sube el tono del gris del texto para hacer mas facil la lectura, sino nos dejaremos los ojos pegados en la pantalla.
Un Abrazo y nos vemos pronto