Diario erótico de Maruja Towers y Donald Rumsfeld
A modo de prólogo:
La brujita Marujita
Hace unas semanas, Marujita Torres, la singular periodista de Falsimedia que odiaba a Julio Iglesias (hasta que Juan Luis Cebrián le obligó a entrevistar a la super-mega-estrella en Miami), aseguraba que prefería mil veces un morreo con Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa (más bien Ataque) de EEUU, antes que un solo beso de Hugo Chávez, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
La boutade es tan infantil que, con la delicadeza que me caracteriza, merece que le dedique unas líneas a la corajuda colega, que suele cambiar de opinión en cuanto lo manda el Gran Jefe Polanco, pero no cuando lo exige la decencia profesional. Un mínimo recato, una gota de pudor, hubiera hecho que Marujita rectificara, pero exigirle eso a la otrora cronista de la invasión yanqui en Panamá, cuando el 22 de diciembre de 1989, Juan Antonio Rodríguez, fotógrafo español del diario El País fue abatido a tiros por soldados norteamericanos, es tal vez demasiado.
Su homenaje al amigo asesinado por las tropas yanquis, es desear convertirse en objeto sexual en manos de un homicida, de un terrorista como Rumsfeld que, sin duda alguna, ordenaría matar a periodistas gráficos, como de hecho sucedió con José Couso (Tele-5) en Irak, Julio Anguita Parrado (El Mundo), también en Irak, o más recientemente, Ricardo Ortega (Antena-3), esta vez en la ocupada Haití.
A la Señorita Towers, tal vez, lo único que le quede por hacer en la vida fuera servir de jinetera virtual a terroristas de primera fila. Y éste sería, ¿por qué no?, parte de su diario íntimo.
Diario erótico de Maruja Towers y Donald Rumsfeld
1 de octubre de 2005.- Donald me ha besado tras haberme hecho la limpieza bucal. Por si acaso, por mi halitosis, he tomado unas pastillitas de menta que me ha regalado la mujer de Cebrián.
2 de octubre.- Mi pobre Donald me ha dicho que es impotente. Realmente me duele la confesión. He gastado todos mis ahorros para que viniera en primera clase desde Washington con Iberia, claro.
3 de octubre.- Esto va mal, Toda mujer madura tiene sus necesidades. Rosa Montero me dice que ella le da a su tronco una pastilla de Viagra. No sé... A lo mejor traduciéndole las páginas dedicadas a la prostitución en El País va y se calienta un poco.
4 de octubre.- Si le pongo en el cocido un poco de Viagra, yo me tomo un Prozac por si acaso. Sólo va a estar conmigo dos semanas y tengo que lograr que me posea como si fuera una iraquí de 14 años. A él esas cosas le gustan mucho cuando se las cuentan los marines yanquis.
5 de octubre.- Le metí en la sopa de fideos dos Viagras, se tomó el cocido, se echó una siesta del carajo, se levantó a la ducha y salió de estampida hacia la Zarzuela para ver al Príncipe Felipe. Me he quedado más caliente que Esperanza Aguirre después de ver una película de Mel Gibson.
6 de octubre.- Por la mañana, Donald, mi Donald, no me ha dado ni un beso. Le he intentado hacer lo de la Levinski, pero me ha mirado como si fuera Osama Ben Laden. Qué mal lo estoy pasando.
7 de octubre.- Parece que hoy está un poco más tierno. Me ha dado un achuchón, una pequeña bofetada y me ha dicho: “Come on, little bitch, suck it to me!”. Me sentí halagada, con ganas de que me diera un poco más fuerte. Pero se echó a reir y se metió en el WC con el Washington Post.
8 de octubre.- Lo admito. Estoy decepcionada. Ninguna mujer de mi clase puede resistir tanta frialdad, tanto despego.
9 de octubre.- No aguanto más el desdén de este Rumsfeld. Mañana mismo me meto en la cama con una Black and Decker.
10 de octubre.- No sé qué hacer para calmar mi ninfomanía. Mira que me lavo los dientes tres veces diarias... Cada día se marcha después de comer. Siempre está de reuniones con Zapatero, con Bono, con Aznar... Me tiene harta. He dejado de maquillarme, de bañarme, de asearme y me paso la noche bostezando.
11 de octubre.- Hoy parece que estaba más simpático. Me ha dicho que olía muy bien. Bueno, esperaré un día más. Tal vez el aroma a hembra en celo, sin gel ni jabones perfumados, le incentive un poco el deseo sexual.
12 de octubre.- Se levanta y se va al desfile militar del 12 de octubre. Me deja en casa con mi salto de cama recién estrenado. Cuando llega por la noche huele a vino que apesta. Y yo, claro, sin ducharme por si hay premio.
13 de octubre..- Tiene el billete en la mesilla y se va a EEUU mañana mismo. Debo darme prisa. Hoy o nunca. Me tiro encima de él, no beso, lo estrujo, le meto mano en los bajos como una posesa. El sigue durmiendo y musita: “Oh, no, no... No so strong, my dear Condo...”. ¿Quién es esa tía que se llama Condón? Luego se levanta nerviosismo y me dice que le espera Garzón. Me duermo gracias a dos Valium.
14 de Octubre.- Se levanta, me mira, se viste, llama a su chófer, a sus guardaespaldas, y se va al aeropuerto de Barajas. Me arde todo de rabia e impotencia. Llaman a la puerta. ¡Es él que se ha arrepentido! No: es mi Polanquito.
Bueno, a falta de Rumsfeld, buenos son los jefes, pero ¡qué asco de vida la de las periodistas honradas como yo!
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