Los condones de don Manuel
Érase una vez un espermatozoide gallego llamado Manolo. Su amplia testuz, coronada con una potente asta con la que perforar el óvulo, era suficientemente dura como para conseguir el sagrado objetivo para el que había sido concebido, siempre y cuando creamos en la divinidad de Cristo y la infalibilidad del Papa. Las ideas que alimentaba en su tremenda cabeza habían sido calcadas de otro colega llamado Torquemada, por lo que fue celebrado desde hace lustros por el grupo Los Onanistas Católicos Impenitentes, colectivo de música religiosa que solía cantar bajo otros seudónimos menos precisos.
El objetivo de Manolo era sembrar España con sus ideas y potencia genética, más concretamente en Galiza (terra nosa), para dispersar millones de espermatozoides de su misma condición, es decir, intolerantes y sádicos, y así provocar la ruina de farmacéuticos y empresarios del caucho, que habían recibido con alborozo y jolgorio sin iguales la noticia de la aparición del virus de inmunodeficiencia, más conocido como AIDS, o como SIDA en España, inventado en un laboratorio de EEUU para asesinar lentamente a los homosexuales y drogadictos.
Hace pocas semanas, en el diario “Esperma Grande y Libre”, Manolo declaraba uno de sus secretos mejor guardado: “Jamás su condición de Portador de Valores Eternos podría ser castrada”, ya que durante su existencia, larga y dilatada, nunca había consentido en colocar un freno, siquiera de caucho sintético, a su enorme deseo de procrear, tan grande como el de impedir que la izquierda genética sustituyera su dictadura por un sistema mucho más comprensivo. No contento con esa afirmación, aseguró que, aunque ya ha cumplido los 82 años, nadie ni nada le colocará esa frontera, suave y cremosa, lo que suscitó todo tipo de comentarios en torno a su capacidad de eyaculación verbal, además de presuponer que goza de una más que probable incontinencia o espermatorrea agresiva, a pesar de la edad.
Manuel ha perdido, por la mínima, y la fecundidad de la que hacía gala ya no inquieta a los parroquian@s amantes del condón. Por fortuna, tendrá que colocarse un bozal, que no impedirá la caída permanente de mala baba que ha distinguido su existencia.
Lluis Llach, que en su día le nombró “Asesino de razones y de vidas” (Campanades a Mort), estará también satisfecho, pero no contento. Manuel aún tiene deudas pendientes. Débitos luctuosos impagados. No se puso condones para propagar sus genes, pero con ello provocó la destrucción, el sufrimiento de muchas víctimas inocentes. Qué sarcasmo: ir por la vida gritando “No al aborto”, pero sembrando la muerte en cada paso.
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