ZAPATERO SUSPENDE TODO
El comunicado del presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en el que se dice que “se suspende el diálogo con ETA”, no puede ser más falaz, estúpido, inútil y lamentable, tanto como la colocación de esa furgoneta cargada de una potente carga explosiva en la terminal 4 del madrileño aeropuerto de Barajas, cuya deflagración ha supuesto heridas a unas cuantas personas inocentes.
El aparato de ese colectivo de primates llamado PSOE, cuya cabeza visible en Madrid es el no menos inane José Blanco, blanco precisamente de la mayor parte de los chistes más hirientes dentro de la familia del ex puño y la rosa, parece más bien reunido en torno a un clavel reventón sobre una mano blanquecina, cuyo dedo anular se alza en señal de que nos lo introduzcamos donde nos quepa. Ese es el respeto que tienen por el electorado, cada año más desilusionado no ya de la política, sino de quienes parecen jugar un papel de comediantes de tercera fila en el escenario del Parlamento.
Zapatero no ha suspendido ningún diálogo, sencillamente porque jamás estuvo en su ánimo otra palabra que la de la rendición sin condiciones para con los miembros de los grupos independentistas, cualquiera que fuere su forma de combate. Zapatero ha suspendido, más bien, en el examen de fin de carrera que le colocó la izquierda abertzale, una carambola que era un par de huevos. Así se las ponían a Felipe II, se decía en los billares cuando para ganar sólo había que mover el taco. Pero ZP no se ha movido ni de la silla.
Zapatero ha dejado en pelotas a la democracia. Ha perdido la ocasión de su vida política, pero lo que es aún peor, ha jugado con la vida de miles de españoles que esperaban algunos resultados inmediatos por ambas partes. Pero la soberbia franquista, enquistada en el ánimo e ideario socialista, impide lograr que las bombas y las balas callen para siempre. Y que no me echen encima que la culpa es sólo de ETA. Cuando uno no quiere, dos no pelean. Y el PSOE prefiere que los sueldos de los vigilantes y escoltas privados (donde tienen gran influencia) sigan creciendo.
Tú no has suspendido nada, Zapatero, excepto tu mejor ocasión para demostrar que eras más honesto e inteligente que Felipe González, lo cual no era, por otra parte nada complicado. Pero has suspendido, Zapatero. Te otorgamos un cero patatero, Zapatero, un cate mayúsculo que tal vez te enseñe que desde el poder hay que ejercer la política, dejarse de estupideces y monsergas moralistas, propias de quien tiene por libro de cabecera las obras de José Antonio Primo de Rivera, y enfrentarse con coraje y valentía a un proceso de paz.
¿Hasta cuando tendremos que soportar tanta imbecilidad, tanta hipocresía, tanta inutilidad, tanta estulticia?
El político que pierde una ocasión dorada, ansiada por millones de españoles, para que termine la violencia de una vez por todas, es un insensato cuando no un redomado imbécil. Y, créanme que me inclino por este último adjetivo. Zapatero no es más que un simple abogado sin absoluta preparación política. Jamás demostró ninguna idea brillante, no sólo en su mediocre carrera profesional, sino en su León natal, donde era conocido por su afición a la televisión basura, el billar americano y los buenos restaurantes.
El aparato de ese colectivo de primates llamado PSOE, cuya cabeza visible en Madrid es el no menos inane José Blanco, blanco precisamente de la mayor parte de los chistes más hirientes dentro de la familia del ex puño y la rosa, parece más bien reunido en torno a un clavel reventón sobre una mano blanquecina, cuyo dedo anular se alza en señal de que nos lo introduzcamos donde nos quepa. Ese es el respeto que tienen por el electorado, cada año más desilusionado no ya de la política, sino de quienes parecen jugar un papel de comediantes de tercera fila en el escenario del Parlamento.
Zapatero no ha suspendido ningún diálogo, sencillamente porque jamás estuvo en su ánimo otra palabra que la de la rendición sin condiciones para con los miembros de los grupos independentistas, cualquiera que fuere su forma de combate. Zapatero ha suspendido, más bien, en el examen de fin de carrera que le colocó la izquierda abertzale, una carambola que era un par de huevos. Así se las ponían a Felipe II, se decía en los billares cuando para ganar sólo había que mover el taco. Pero ZP no se ha movido ni de la silla.
Zapatero ha dejado en pelotas a la democracia. Ha perdido la ocasión de su vida política, pero lo que es aún peor, ha jugado con la vida de miles de españoles que esperaban algunos resultados inmediatos por ambas partes. Pero la soberbia franquista, enquistada en el ánimo e ideario socialista, impide lograr que las bombas y las balas callen para siempre. Y que no me echen encima que la culpa es sólo de ETA. Cuando uno no quiere, dos no pelean. Y el PSOE prefiere que los sueldos de los vigilantes y escoltas privados (donde tienen gran influencia) sigan creciendo.
Tú no has suspendido nada, Zapatero, excepto tu mejor ocasión para demostrar que eras más honesto e inteligente que Felipe González, lo cual no era, por otra parte nada complicado. Pero has suspendido, Zapatero. Te otorgamos un cero patatero, Zapatero, un cate mayúsculo que tal vez te enseñe que desde el poder hay que ejercer la política, dejarse de estupideces y monsergas moralistas, propias de quien tiene por libro de cabecera las obras de José Antonio Primo de Rivera, y enfrentarse con coraje y valentía a un proceso de paz.
¿Hasta cuando tendremos que soportar tanta imbecilidad, tanta hipocresía, tanta inutilidad, tanta estulticia?
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