Blogia
Viv@Fidel

A Dios rezando y con las bombas dando

A Dios rezando y con las bombas dando

La negativa de Zapatero para asistir a la misa que Benedicto XVI celebró en Valencia (algún día se sabrá la verdad de por qué hubo tantas víctimas en el accidente del Metro de aquella ciudad), contrasta con la política de protección y financiamiento de la Iglesia Católica, que el mandatario puso en marcha para acallar las voces de la derecha más ultramontana. Sin embargo, como buen alumno de Felipe González, es fiel al aserto: una de cal y otra de arena, querido José Luis.

 El de León no se para en tapujos y, en un mágico viaje entre el sarcasmo y la hipocresía, es capaz de levantar el dedo a sus fans como diciendo “¡Qué huevos tengo¡, ¿eh, amigos?”, presumiendo de cierta coherencia por su inasistencia a la comedia papal, en tanto con otro (se supone que el anular de la mano izquierda), señala a sus ministros las arcas del Estado, para que vayan sacando del erario público todos los millones de euros que puedan utilizarse, con el objeto de que la religión sea estudiada y promocionada, no sólo en los colegios privados de carácter seglar o laico, sino en todos los establecimientos públicos destinados a la enseñanza, en clara trasgresión del principio de aconfesionalidad que determina la Carta Magna.  La relación entre la iglesia católica – absolutamente fiel al Papa, sin fisuras a lo Tarancón  – y el ejecutivo español es ahora paradisíaca. ZP es también capaz, en esa práctica del ilusionismo a lo David Copperfield, de condenar públicamente el ambiente bélico y asesino que atraviesa el mundo (solo por culpa del gobierno de EEUU y sus chantajes), pero condecorar tres minutos más tarde a un militar norteamericano que, además, aunque hubiera violado y torturado a alguna niña iraqui o afgana, jamás podría ser juzgado por ello ante un tribunal internacional. Coherencia socialista. Y en el colmo de la desfachatez, el hoy aznarista ZP envía a la Casa Blanca, humillado y patéticamente babeante, a su grupo favorito, Moratinos y los Escuálidos de la Moncloa, para que repitan ante el genocida Bush: “Salve, George, los que vamos a practicarte la fellatio te saludan”.  Más coherencia socialista, remedada por su correligionaria Michelle Bachelet, en Chile, que sonríe dulcemente al Senado de la nación andina cuando algunos de sus miembros condena la “represión contra los disidentes cubanos” (otra de las mentiras más exitosas de los enemigos de la Revolución), mientras los asesinos y torturadores del propio padre de la mandataria, de Salvador Allende, de Víctor Jara, y de otras miles de victimas de la dictadura, se pasean por Santiago entre la impunidad y el pasmo. Socialismo a la chilena. O sea, a la norteamericana. Yo todavía no “pisaré las calles nuevamente”, porque “lo que fue Santiago, sigue ensangrentado”. Y no lo haré hasta que los criminales cumplan su castigo.  

La Iglesia católica, que según los textos constitucionales del reino borbónico no debe tener otra presencia en la sociedad que la meramente espiritual, obra sin embargo conculcando la Carta, su propio credo, sus propios mandamientos, y así, cientos de sus representantes, obispos, arzobispos, cardenales, párrocos, etc.  han demostrado un amor inmenso al Señor, como se deduce cuando somos testigos de sus constantes mentiras, de su adoración por las riquezas y el lujo, la práctica de la sodomía, la traición, colaborando en el narcotráfico y bendiciendo a criminales y terroristas como Bush, Posada Carriles, Ríos Mont, Pinochet, Videla, Aznar, Berlusconi o Solana. Ni una palabra, ni una condena judicial. Y miles de dólares para comprar las conciencias. Coherencia con el mandato y las enseñanzas de Jesucristo, se le llama a eso.

 

Por ello, porque se hallan inmersos en el puro centro de la intriga, porque saben de las decisiones del FBI y la CIA, son en extremo peligrosos y hay que financiar sus actividades hipnóticas;  se precisa de ellos para que el opio que significa lo que representan, llegue diariamente al plato de los consumidores, ingenuos fieles de buen corazón que esperan que la solución a las guerras e injusticias vengan del cielo. Creyentes que se niegan a enfrentarse a su propia inteligencia.

 

Ya sabemos de nuevo que los tiempos están cambiando hacia muy atrás, hasta situarse en pleno dominio de la sinrazón, la violencia y el pensamiento dominador. La Iglesia puede y debe ser el gran aliado (como siempre) del poder absoluto. Hay que mimarla hasta la saciedad. Hasta la suciedad. Es la decisión de ZP.

 

Los gobiernos del Eje acabaron a Hitler, pero no quisieron derrotar su ideología, manipulando el Mein Kampf hasta modelarlo como texto defensor de la democracia única, imponiéndolo a base de matanzas sin cuento.  Es la gran y vergonzosa victoria de la fuerza bruta sobre la fuerza de la razón, la nueva victoria del nazismo, del superhombre occidental, del supermacho del primer mundo.

 

Y María Teresa Fernández de la Vega, probándose nuevos modelos y hablando de la violencia de género. Con ella no van ni las matanzas de niños bajo las bombas o el asesinato de mujeres palestinas, libanesas o afganas, iraquíes o coreanas. Mirando al tendido, como muchos de los actores que se colocaron el cartelito del “No a la Guerra”, pero esconden ahora la pegatina porque es ZP quien está al frente del gobierno. Ingenuo de mí, que no sabía que la revuelta de los cómicos estaba dirigida desde Ferraz. Y es que lo de Irak ya no interesa. No hay remedio y es mejor tirar la toalla.

 

Pero una buena parte de la sociedad que goza y sufre bajo esa civilización, aunque sometida al bombardeo mediático, sabe que algo huele a podrido en el Eje que forman hoy EEUU y la UE. Aún hay quien sigue enfrentándose al Imperio, porque un aroma fétido se extiende sobre el primer mundo sin un gobierno que eleve la voz contra la peste. Proviene de las cloacas que unen la Casa Blanca con el Vaticano, desde donde, en plena coherencia con la incoherencia, ese delincuente llamado Ratzinger, disfrazado de representante de Jesucristo en la tierra, condena, con la boca pequeña, los ataques bestiales contra pueblos inocentes, pero no exige a los responsables que detengan tamaña locura, sino que tiernamente, abre las fauces y eleva sus preces para que sea el Santo Dios, y no el diablo Bush, quien traiga la paz de nuevo; pero el Sumo Hacedor permanece en un silencio más que sospechoso.

 

Jesús de Nazaret está siendo otra vez crucificado. Y los clavos se hunden en la carne divina bajo los martillazos de Benedicto XVI.

 

La esvástica se ha clavado en la bandera de la Estrella de David, acolada en un mismo escudo junto a la Mitra y las Llaves de San Pedro, rodeada de Barras y Estrellas, con la Union Jack y el Águila Negra.

 

Pero los que permanecemos bajo la bandera de la estrella solitaria sabemos que jamás perderemos el rumbo, el que nos lleva a la concordia, la paz, la salud y la cultura.

   

0 comentarios