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Viv@Fidel

¿Dónde estás Osama?

¿Dónde estás Osama?

Osama Ben Laden, señalado por George W.Bush como la mano ejecutora de los terribles atentados en las Torres Gemelas, hace tiempo que no se molesta en grabar uno de sus habituales mensajes videográficos. “¡Qué cosa más rara…¡”, comentamos varios compañeros en las cálidas tertulias de mi Habana del alma. El archimillonario saudita, que jurara odio eterno a los norteamericanos, ha entrado en un sospechoso mutis roto de cuando en vez por atentados como los de Jordania, aunque siempre resulta que las informaciones no señalan al buscadísimo integrista como responsable directo, sino a las decenas de organizaciones islámicas que disponen de comandos suicidas dispuestos al sacrificio más absoluto: la entrega de su propia vida. Y es que eso que se ha dado en bautizar como Al Qaeda debe ser como un Octopus a lo “20.000 leguas de viaje submarino”, cuando no una Hidra ávida de muerte y caos allá donde se respire ese inconfundible aroma yanqui (israelí), que tanto atrae a las moscas. Pero el moscón más peligroso no es el barbudo islamista. Hay otros que están muy interesados en su picadura, que trabajan en Wall Street y son avisados cuando alguien va a colocar una bomba.
         Y hablando de dípteros, el que firma está un pelin mosqueado con tanto silencio y tantas coincidencias; así que no dejan de ser pertinentes las preguntas: ¿A quien benefician los atentados de Ammán? ¿A quien le interesa una escalada de la violencia social en Europa? ¿Quién obtiene beneficios de todo tipo tras la masacre del Metro londinense? ¿Quién ordenó colocar los siniestros artefactos que causaron tanta muerte en la madrileña estación de Atocha? ¿A quienes interesa sembrar el pánico? ¿Quién utiliza el terrorismo, el integrismo islámico o cristiano, para justificar medidas de control tan brutales como las que hoy son vigentes en EEUU, quieren implantarse en Gran Bretaña o pudieran ser legalizadas en España, donde ya se dio el primer paso con la Ley de Partidos Políticos?. La violencia, en todas sus formas, sólo interesa a los reaccionarios, para inventar y justificar medidas de control inimaginables hace sólo dos décadas.
         Durante la brutal represión franquista (jamás condenada por el Parlamento español, y menos aún por el monarca Juan Carlos de Borbón), que hasta Amnistía Internacional ha considerado oportuno sacar a la luz en estos últimos días, era habitual la presencia de submarinos dentro de las células comunistas, con el lógico objetivo de cazar brujas de forma sencilla, exactamente igual que ese servidor de las Fuerzas de Seguridad españolas que recientemente fue atrapado como tal, aunque su trabajo se desarrollaba dentro de un colectivo radikal con K, comunista y, cómo no, antifascista. Como aquel al que me dirigí durante un concierto de Lluis Llach, para decirle: “¿Tu eres policía, no?”. Su rostro palideció y yo continué: “Es que eres el que más grita, a destiempo, lo de Amnistía y Libertad”. Huyó como alma que lleva el diablo.
         Nadie va a poder demostrar, porque no habrá datos fehacientes ni saldrán a la luz pública hasta 30 años después de la muerte de Bush padre, que George W. es culpable directo o indirecto de las miles y miles de muertes que se han producido en Nueva York, Madrid, Bagdad o Kabul, Ammán o Bali, Casablanca o Londres, en atentados o invasiones armadas, pero, eso sí, con bombas de todo tipo, químicas, bacteriólogicas o de destrucción masiva. Como el cineasta cubano Santiago Alvarez, que acusara subliminalmente (con un corto magistral llamado L.B.J.) a Lyndon B. Johnson del atentado contra Joseph Kennedy, tengo la certeza de que el asesino que se sienta en el despacho oval de la Casa Blanca, es un perfecto idiota (en el sentido más griego del término, o sea, el que no conoce letras), al servicio de los intereses del gran colectivo empresarial petrolero, movido como un pelele mientras los hilos son manipulados por anónimos terroristas que trabajan a destajo en la CIA o el FBI.
         Nadie mejor que un mediocre para actuar como marioneta. (¿No es cierto, José Maria Aznar? A este respecto debo llamar la atención a José Luis Rodríguez Zapatero cuando sale en defensa de las medidas excepcionales adoptadas por la autoridad francesa, sin poner ni un pero). La democracia, al parecer, se ha quitado la careta. La fuerza de la razón ha sido destronada para siempre. Y democráticamente, faltaría más, van a meter en prisión a cualquier ciudadano que sea sospechoso (por sus miradas o vestimenta, digo yo) de pertenecer a una banda violenta. La kale borroka parisina se extiende a varias capitales europeas, provocada sin duda por la precariedad, la inseguridad, el hambre y la desesperación de los miles de inmigrantes que han llegado al primer mundo en busca de una vida mejor. Pero ¿quién aprovecha el estallido social? ¿Quién saca fruto de esa situación? La izquierda no desde luego. Jean Marie Le Pen debe estar en estos momentos frotándose las manos, además de por el reciente cambio político alemán, porque millones de ciudadanos franceses serán manipulados mediáticamente con las imágenes de los desmanes que se han producido en la Ciudad de la Luz, hoy de las hogueras callejeras, el grito, la detención, el estado de excepción, el caos. La derecha se dispone a gobernar la nación donde los derechos del hombre cobraron vida, lo que animará aún más al asesino de la Casa Blanca para que dé otra vuelta de rosca a sus ansias de dominio universal, cueste las vidas que cueste.
         No es raro en absoluto deducir que el miedo general que atraviesan el primer, el segundo y el tercer mundo, es todo menos producto de la casualidad. No es un contubernio judeo-estadounidense. Pero pudiera ser, simplemente, una genial operación maquinada por el Mossad y la CIA. Jamás en la historia reciente se han dado tantos detalles para inferir que  la mano que aprieta no está escondida en una cueva de Afganistán. Y ya que Osama Ben Laden no aparece, cabe preguntarse: ¿Dónde le tiene oculto George W.Bush?.
         Quiero recordar que otro Osama, llamado Luis Posada Carriles, anda suelto y protegido por el presidente estadounidense. Quiero recordar que cinco luchadores anti-terroristas cubanos continúan encerrados en prisiones yanquis. Quiero recordar que en Guantánamo siguen siendo torturados centenares de inocentes, cuyo único delito es haber sido capturados por el ejército de Bush. Quiero recordar que la mafia cubano-americana está tras el asesinato del Fiscal venezolano Danilo Anderson. Quiero recordar que la CIA no se detiene en su afán por matar a Hugo Chávez. Quiero recordar que los gobiernos de EEUU apoyaron las masacres de dictadores sangrientos como Videla, Pinochet, Batista, Duvalier, Franco, Marcos, Mohamed V, Stroessner o Salazar. Quiero recordar que los soldados estadounidenses no pueden ser juzgados por delitos cometidos fuera de su país. Quiero recordar que se sigue matando a niños, mujeres y ancianos en Irak, o que el asesinato de José Couso sigue impune, aún sabiendo quién fue el culpable. Quiero recordar que Falsimedia (El Pais, Canal Plus, Canal 4, etc.) tiene una profunda amnesia voluntaria. Por eso es necesario recordar también las palabras de mi colega y amigo Pascual Serrano:
Los grandes medios no son cómplices del terrorismo, del mismo modo que EEUU o los grandes grupos económicos tampoco son cómplices del terrorismo. Y digo que no son cómplices porque ellos son el terrorismo”.
         Y estoy seguro de que cuando Irak quede definitivamente liberado, Bush y Osama se mirarán tiernamente mientras uno de ellos dice:  “Siempre tendremos París”.

España: sin humo y sin humor

España: sin humo y sin humor

Puede que España haya dado al universo del humor unos cuantos nombres, que pasarán a la historia del ingenio y la gracia retrechera, para vergüenza de buena parte de quienes hoy intentan hacerla reír. Incluso es plausible que hoy existan personajes que arranquen carcajadas espontáneas a personas poco exigentes; al fin y al cabo esforzados buscadores de sonrisas como los Morancos, Cruz y Raya, Arévalo, Paz Padilla, Jaimito y Eva Hache, deben tener trabajo. Hasta creo que, las menos de las veces, se den algunos rasgos de humor en los cientos de intentos por hacer reír al pueblo español, ya sea desde la política, el dibujo, la radio, el cine, el teatro, el circo o la televisión. Uno, en su tonel, practica el optimismo.

 


Y me entristece pensar que el pueblo español parece estar muy necesitado de la risa, si tenemos en cuenta los mil y un programas que, vanamente, están dedicados a ello. ¿Será que buena parte de la península ibérica tiene que pasar obligatoriamente por la risoterapia, para calmar los cabreos y frustraciones que atenazan a sus habitantes, encarnados en los número rojos de millones de cuentas corrientes, en el endeudamiento para cuarenta años al que obliga la compra de un piso, en la angustia por llegar a mediados de mes (a fin ya no arriban sino los que ganan más de 3.000 euros), en la inquietud por el dónde y con quién dejar a esa criatura que acaba de nacer, cuyos progenitores (A y B) trabajan desde las 8 de la mañana a las 8 de la tarde?

 Para resistir un estado de cosas como ese, se hace más que imprescindible, evidentemente, que alguien entretenga esos minutos moribundos que preludian al descanso nocturno, intentando lo que sea con tal de llegar al colchón, acompañado de una sonrisa de oreja a oreja que atempere la horrorosa certeza del mañana. Pero, por lo que llevo visto y oído, la España casposa y rastrera, la vengativa y franquista, la que escucha con la boca abierta, sin que se le suba el rubor a las mejillas, a burdos descendientes del homo erectus como Acebes, Zaplana o Rajoy, trata de sobrevivir con las risotadas que le provoca la carencia de chispa, es decir, con los chistes verdes, con ese  humor zafio y estúpido que destilan la mayor parte de los espacios de entretenimiento, sean los que destinan los periódicos, la radio o la mil veces maldita televisión.

Por otro lado, mi España corajuda y republicana, roja y combativa, lo tiene crudo, aunque descansa en la seguridad de que no fallarán los latigazos coloristas de Juan Kalvellido, las películas de un solo fotograma de El Roto, las viejas grabaciones de Les Luthiers o Leo Masliah, los espectáculos de Leo Bassi, las películas de Woody Allen, o algunos geniales fragmentos de las de los Hermanos Marx, escenas de “El jovencito Frankenstein”, “La Vida de Brian”, “Las vacaciones de Mister Hulot”, las obras del Perich, retazos de Forges, las historias de Ibáñez y sus hijos Mortadelo, Pepe Gotera, Filemón etc.  Todo eso y poco más. Pero esa España tiene buen talante, sabe esperar y conformarse, de momento, con todo ello y algo más que se conserva en la memoria. A pesar de los palos, practica el optimismo, qué diantre.

El problema fundamental de la España del siglo XXI es la singular carencia de ingenio, virtud de la que Miguel Gila y Miguel Mihura ejercitaron con valor y generosidad, y que Pedro Reyes o mi amigo Luis Rebolledo practican casi en petit comité, habida cuenta de que los otrora admirados Gran Wyoming o Pablo Carbonell se han metido de lleno en los amorosos brazos de guionistas especializados en hallar gags, cada día más patéticos, porque no dan abasto por sí solos. 

Me resulta sorprendente que, ahora que paso unos días en Madrid, me pregunten a mí, que por fortuna ya no veo ninguna televisión española, por las razones que llevaron al fracaso el último show del señor Monzón, o la debacle de un programa de un tal Buenafuente, del que no conozco nada excepto su buena voluntad y cuatro paridas mal dichas que algún conocido me remitió por mail. Por lo visto, haber pasado unos cuantos años trabajando para el medio, dan patente de corso al ciudadano medio para imaginar que “yo tengo que saber todo sobre las estrellas de la tele”, y por tanto debo estar más que enterado de las causas que han motivado esos fracasos (joder, yo no sé cómo se puede tildar de hecatombe profesional al hecho de cambiar de productora, de emisora y cobrar un sueldo millonario). Es entonces cuando percibo que ese fiasco no es el de Wyoming o de Carbonell, Buenafuente o el espantoso Club de la Comedia (refugio de los amagos de chistes más mediocres que uno ha escuchado desde que era niño), sino de todo un público ávido de que le proporcionen, gratuitamente, su ración diaria de carcajadas. De lo contrario pegará al niño, reñirá con su esposa, se irá al bar de la esquina a emborracharse, insultará a los vecinos o romperá el televisor.

Todos y cada uno de los sufridos aspirantes a humoristas citados o aludidos subliminalmente, hacen que Gila resplandezca en el firmamento, que a su lado brille aún las geniales salidas de Luis Sánchez Polak, alias Tip, o que Pepe Rubianes sea una de las personas más añoradas en la pequeña pantalla. Difíciles tiempos en los que Albert Boadella (castrado ya intelectualmente por voluntad propia), el ministro José Bono (al que no le hace falta ningún tipo de vasectomía cerebral) o la ministra de Cultura, Carmen Calvo (ataviada con modelos de Ágata Ruiz de la Prada), sustituyen a los malos humoristas. Esta España sin humo, se ha quedado también sin humor. Menos mal que Kalvellido aún resiste. Es una perla en el mar de la mediocridad.
                                                         Carlos Tena

“Pijos” en La Habana

“Pijos” en La Habana

Esta Habana de mi amor tiene de todo. Por no carecer, no le falta ni una de las raleas más protegidas en Europa, que buscan febrilmente la perpetuación de la especie; una tribu, eso sí, urbana y acomodada, que uno ha tenido que padecer en otros países como España, territorio comanche de donde viene el nombre científico con el que se conoce a esta clase de ciudadan@: pijo, o pija. Para el lector latino aclararé que con tal apelativo se define a un tipo de persona dotada de características similares al llamado moderno, al snob, al cursi (en su fase más terminal), que trata simiescamente de imitar a los habitantes del primer mundo, sobre todo en aquellos tics que consideren virtudes elementales para, en su día, llegar a formar parte de ansiada civilización estadounidense o europea.



Posee una cultura media, lo suficientemente ecléctica como para mantener dos minutos de charla sobre el pintor y cineasta Julian Schnabel, tres acerca del CD Encore de Eminem, cuatro sobre los últimos héroes del hip hop negro, o cinco alrededor de la última producción cinematográfica de Quentin Tarantino. Habla un mediocre inglés con lejano aire del Bronx y sonríe de lado enarcando la ceja izquierda. Aunque sea de noche lleva enormes gafas de sol y masca chicle. Luce tatuajes diversos, tiene su santo, lleva adornos varios, algo de oro auténtico y si me apuran, son capaces de bailar al compás del reggaetón.


Como es natural, esta clase de espécimen tiene sus propias características vitales, como salir a buscar alimento espiritual y material por la noche (hay entomólogos que opinan que son nictálopes, ya que su amanecer está marcado por la hora en la que los demás se levantan para ir al trabajo.); simulan un gozo orgásmico con toda la música foránea, menos con la que sus ancestros han legado a la historia; rehusan con gesto despectivo una conversación sobre asuntos políticos; rebuscan en las páginas de Internet todas las novedades de la cultura independiente estadounidense y/o europea; ironizan de manera despectiva acerca de los logros sociales de la Revolución y, cómo no, son fans absolutos de los filmes de Pedro Almodóvar.


Por otro lado, el compromiso laboral no suele hacerles gracia, tema que sustituyen por unas cuantas clases de peripato (la filosofía que prefieren es la de Aristóteles, pero en versión light), vegetando en casa de mamá o papá (a veces tienen la suerte de contar con madrastra o padrastro), que además alquilan habitaciones a turistas, con lo que el acceso al peso convertible (sustituto del dólar) está casi asegurado. Son, ante todo, seguidores de Epicuro. Y si algun@ trabaja, es, oh cielos, en el exquisito ámbito de las bellas artes, territorio en el que campan a sus anchas gracias a algunos amigos que ya están situados. Y así pasan las semanas, en espera de que llegue un millonario yanqui, un productor europeo, un marido rico o una esposa adinerada, que será su descubridor y mecenas. Porque, eso sí, se saben estrellas por descubrir. Y esa espera no crean que se hace en la parada de la guagua o en la cola del Copelia, no. Para eso también tienen muy buen ojo, ya que se suelen reunir en las grandes y lujosas mansiones de Miramar, Vedado o Siboney, pertenecientes a actores, actrices, cantantes y pintores renombrados, donde celebran partys y discotembas* en las que dan a entender que su liberación vendrá con la muerte de Fidel Castro, o la invasión del ejército de George W. Bush. Con ellos no valen ni Céspedes, Maceo, Martí o el Ché.


Pero su rostro se torna cómico cuando contemplan atónitos cómo un grupo musical cual es Ojos de Brujo (modernos, avanzados, locos por la fusión), muestra su rebeldía ante el Imperio con imágenes durísimas del tal Bush y sus desmanes, mientras interpretan una rumba electrónica con aire cubano. En esos momentos permanecen callados, ya que saben utilizar el silencio o guataquenr* mejor que los habituales lameculos del primer mundo, y se preguntan: ¿Cómo se puede ser moderno y al mismo tiempo comprender un sistema de gobierno como el cubano? Esto no es lo que opina Fernando Trueba, musitan entre ellos. Y cuando alguno de los componentes de una banda como Orishas es preguntado por Cuba, leen la respuesta con ojos de rana toro porque la contestación no es la esperada: “La gente tiene problemas cotidianos, pero más o menos está contenta”.


No creen en los contestatarios del primer mundo, pero sí en el descontento propio. E ignoran que en aquel, la mayor parte de los intelectuales se han rendido, y en este, sin embargo, muchos resisten. Iguales en la claudicación, l@s pij@s cuban@s y l@s intelectuales europe@s a sueldo son prim@s herman@s.


Lo más curioso de esta raza urbana es que cuanto más dinero manejan, más se sienten maltratados por la Revolución. Son jóvenes infortunados que no quisieron hacer una carrera universitaria, visten ropa de marca, van a clubs donde se paga en peso convertible, tienen carro, buena casa y no trabajan. No sienten en su carne el bloqueo. Ni les embarga la pena. Pero eso si, son las víctimas del socialismo. Qué pena me dan…



*Hacer la pelota, en argot cubano.
*En Cuba fiesta con música bailable de los años 70 y 80 del pasado siglo.


¿Tiene usted intención de matar al presidente de los EEUU de Norteamérica?

¿Tiene usted intención de matar al presidente de los EEUU de Norteamérica?

Esta pregunta, aparentemente tan estúpida, se formula aún entre las decenas de cuestiones que el gobierno norteamericano de los Estados Unidos obliga a responder a quienes precisan, por motivos bien distintos, visitar ese inmenso país.



La nación mas violenta del globo terráqueo, cuyos mandatarios, a lo largo de poco más de 200 años han asesinado o pasado por la armas, bombas atómicas o no, napalm o gas mostaza, balas y balazos, bombas químicas a destajo, a mas de treinta millones de personas, en nombre del poder de la fuerza (porque jamás quisieron, por imposibilidad intelectual, usar de la fuerza de la razón), pregunta a los visitantes si ocultan intenciones magnicidas, como si los demás fuéramos exactamente iguales a su presidente. ¿Quiénes son esos norteamericanos? Porque los auténticos, los que llevaban siglos viviendo en esos territorios, eran otros mucho menos agresivos, con un sentido de la justicia y el honor tan elevado como admirable.

Desde mediados del siglo XVI, llegaron a las tierras de los sioux, de los hurones, pies negros y apaches, millones de desheredados europeos y euroasiáticos, dispuestos a enriquecerse como fuere, aunque ello significara la eliminación sistemática de los indígenas, esos que jamás utilizaban la violencia de forma gratuita. Vinieron de todas partes de globo, desde los mas remotos lugares, para salvarse de la miseria de reinaba en la vieja Europa, que aguardaba un revulsivo o estallido social de alcance universal. Nadie, excepto el misterioso ciudadano español Diego de Torres Villarroel (1693-1770), cura, jugador, brujo y matasanos, predijo la revolución francesa (aquel levantamiento formidable que trató de poner freno a quienes humillaban la inteligencia, el arte y el trabajo del hombre), con los siguientes versos:




Cuando los mil contarás
con los trescientos doblados
y cincuenta duplicados,
con los nueve dieces más
entonces, tú lo verás,
mísera Francia, te espera
tu calamidad postrera
con tu Rey y tu Delfín,
y tendrá entonces su fin
tu mayor gloria primera.



En 1756, treinta y tres años antes de que los franceses tomaran la Bastilla, ese impresionante visionario, mucho más inteligente y perspicaz que Nostradamus o San Malaquías, dejaba escrita esa décima o espinela, tan sorprendente por su tono profético, como exacta por el año en el que el hombre comenzó a soñar que podría disfrutar de algunos derechos.

Desde que George Washington fuera nombrado primer mandatario del hoy país más poderoso del mundo (habrá que recordar que lo son a base de esquilmar a todos los demás, de forma constante y pertinaz, bajo amenaza de muerte o conquista), las autoridades de aquella nación, en la que se mezclan apellidos de raleas tan distintas como lejanas unas de otras, supieron desarrollar el miedo como única arma de defensa, estrenando un filme que, al revés que en las películas del far-west, en las que el bueno y la verdad eran los triunfadores, consagraba al malo como el héroe que se salía con la suya.

En el film de terror que estamos viviendo desde que Bush Junior reina en Washington, los EEUU han consolidado brillantemente el estado de pánico más impresionante que pudiera imaginarse. Miedo como primer motor de control ciudadano, miedo azuzado a través de centenares de cadenas de radio y TV que hablan y muestran diariamente decenas de asesinatos, violaciones, crímenes de todo tipo, agresiones, robos, estafas, agresiones, en suma, para demostrar que ése es el estado normal de cosas en un sistema democrático. Miedo y violencia (la violencia del miedo), suficientes para que unas pocas personas atenacen la inteligencia de millones de seres manipulados hasta extremos inconcebibles, y aplaudidos desde la viaje Europa, cuyos mercaderes han perdido el único gramo de honradez que aun les quedaba. Miedo al visitante, miedo al filósofo, miedo al rebelde, miedo al que medita, al que no habla ese idioma basado en la venganza, miedo a todos y cada uno de los que arriban a los aeropuertos, costas y carreteras estadounidenses. Miedo cerval, sospecha en sesión continua, recelo sin fundamento, vigilancia extrema.

Un continuo chantaje desplegado con astucia indudable, pero mezclado con la cretinez inherente al mediocre, típica del cobarde. Por eso, en EEUU no existen otros kamikazes que los de la cultura. Porque no hay soldados defensores de la democracia, sino mercenarios, jóvenes sin otro futuro que alistarse en la tropa asesina del negociante y matar a diez niños, por ejemplo, a diez mil kilómetros de su hogar, salvaguardando las riquezas ajenas, sin otra motivación moral o convicción política alguna que los escasos dólares del salario militar.

Y mientras tanto, el presidente ordena masacres, torturas, atentados que parezcan realizados por fundamentalistas, crímenes que puedan ser achacados a los islamistas, muertes que salen de la Casa Blanca y luego son atribuidas a 300.000 probables terroristas, menos a su presidente que es el verdadero peligro. Es por tanto acertado pensar que la pregunta de marras, si tenemos el cuenta lo leído, encierra una singular coherencia, amén de la rabia e impotencia que uno siente cuando el policía de turno, en el aeropuerto neoyorquino de Kennedy, te mira como si fueras Aznar.

No he regresado a los EEUU de Norteamérica desde el año 2000, pero si tuviera que responder ahora mismo a la pregunta: ¿Tiene usted intención de matar al presidente?, tendría que decir: ¿Y usted qué cree? ¿Qué vengo a traerle un ramo de flores?

Me atrevo a remedar humildemente al admirable Torres y Villarroel, profetizando desde estas líneas el futuro de ese terrorista llamado George W. Bush, dedicándole esta décima o espinela.



Cuando cumplas los sesenta,
tras haber aniquilado
masacrado y bombardeado,
de forma vil y cruenta,
te saldrá cara la cuenta
y serás asesinado
por alguien que está a tu lado,
con sonrisa simulada,
de mirada descarada,
pagando así tu pecado.


La Fornarina, La Chelito, Marlaska y Garzón

La Fornarina, La Chelito, Marlaska y Garzón

 

No voy a entrar ahora en una valoración social y artística de ese fenómeno musical que desde finales del siglo XIX se dio en llamar el cuplé. Habrá quien me tache de antiguo, de anacrónico, pasado de moda y retrógrado, pero escuchando las monsergas que disparan los programas de las radios españolas (y no digamos la TV) reclamo urgentemente que salgan de las cuevas y antros de la península, hetairas sicalípticas, mancebos volterianos, para iniciar un movimiento que pudiera retratar, con la gracia y el desparpajo de aquellas heroínas de comienzos de siglo XX, esta siniestra etapa de la España monárquico-franquista, en la que los millonarios son cada día más ricos y los pobres más numerosos e hipotecados hasta limites de un Euríbor enloquecido.

 




El cuplé no sólo ayudaba a arrancar una sonrisa en los duros tiempos de las nefastas monarquías borbónicas de Alfonso XII y Alfonso XIII, sino que estableció un punto y aparte en la critica social y política de la época; canciones que significaron algo así como la protesta de los años sesenta, pero con la ventaja para el llamado injustamente “género ínfimo”, de estar entregado bajo un vestido atractivo y pícaro, sensual y provocador, exento de ese trascendentalismo tan mentado por personajes como Aznar y Zapatero, cuya labor por la pacificación y democratización del mundo es tan enorme, como la preocupación de Bush por una atmósfera exenta de venenos y sustancias asesinas.

No es extraño que tras aquella mal llamada guerra civil, cuyos vencedores y vencidos son, por obra y gracia del PSOE, la misma familia, aunque fueran los segundos quienes lucharan por la legalidad, el gobierno del general Franco se vengara del cuplé prohibiendo su interpretación, difusión y promoción, como hoy mismo hacen las autoridades con cuplés-punk o heavy, ska o hip hop, de artistas de la talla de Fermín Muguruza o Sociedad Alcohólica. Los mismos censores con disfraces diferentes.

A guisa de ejemplo, cito versos de algunos de estas obras, cuya interpretación, estoy seguro, llevaría hoy ante los tribunales a sus interpretes, en aplicación de la ley antiterrorista, que tanto le agrada aventar a su señoría  Grande Marlaska, como a Garzón o del Olmo. Por eso, suplico a los jueces que sean benévolos y no prohíban la difusión de estas obras. que hace casi 100 años se cantaban en las txoznas y herriko tabernas de buena parte de la geografía española.

Leamos estos versos:

Yo quiero ver cien nobles
Colgados de un farol,
Racimo que en un día
Vendimie la nación.*(1)

No hace falta mucha imaginación para colegir que, de cantarse hoy este tema, el solista o grupo responsable estaría ya en la Audiencia Nacional acusado de “apología del terrorismo”. Ahí es nada pedir públicamente, nada menos, que el ahorcamiento de cien nobles.
O recordemos este fragmento de “La Gran Vía”:

Van a la calle de Peligros
Los que oprimen al país
Y a la del Sordo va el Gobierno
Que no quiere oír.

Me pregunto: ¿a quien aplicar hoy estos versos del cuplé titulado “El Mozo crúo”?

Cuando Dios creó el cangrejo
Dijo: “Por lo estrafalario,
Tú serás siempre la pauta
Del partido reaccionario”.

En cuplés y zarzuelas no se olvidaban las reivindicaciones laborales. De “El Bateo”, surge un coro de organilleros que canta:

Que declaramos la huelga
Por necesidad.
Nuestros amos nos explotan
Y nos tiranizan tan sin compasión,
Que por eso desde el gremio exigimos
Más retribución *(2)

Menos mal que ni José Maria Fidalgo ni Cándido Méndez estaban allí presentes, porque habrían aplicado al colectivo del manubrio un castigo desorbitado, algo así como lo que se hizo con los trabajadores de Iberia en el aeropuerto del Prat.

Incluso hoy sería demasiado atrevido interpretar lo que Salud Ruiz dejó para la posteridad a comienzos de 1920:

Yo me paso la vida en el Majestic,
En Regina, en el Palace o en el Rom,
Y me bebo catorce o quince whiskies,
Cuatro cocktails, diez sodas y un Pernot.

¡A la comisaría con ella, que es peor que los lideres de la litrona¡, exclamaría Don Baltasar en un ataque de abstemia.
 
Y como colofón de este ramillete de cuplés protesta, que hoy no tienen parangón, traigo
los versos de la obra “El pequeño bolchevique”, creación de Lola Montes en 1919.

A mi no hay nadie en casa
Que me resista,
Porque soy una nueva
Bolcheviquista.
Si algún novio me sale,
Me dura poco,
Pues con las cosas mías
Le vuelvo loco.
Y si conquistarme quiere
Alguno, al fin,
Tiene que decirme:
¡Viva Lenin¡

Pero ya es inútil pensar en que algo así se pudiera repetir, porque el ambiente no es precisamente tan inteligente, libre y democrático. Hoy, las cosas bien pudiera ser de otra manera.

El 26 de Mayo de 1891, la sicalíptica Luisa Campo provocó un auténtico revuelo, al salir al escenario montada en un burro (que se empalmó inopinadamente) y enseñando los tobillos. De haber estado allí cualquiera de los jueces estrella de la Audiencia Nacional, la osada cantante hubiera dado con sus huesos y el animal en una celda de castigo, acusados de escándalo público y maquinación para el hundimiento de la moralidad pública. Porque el cuplé de Zapatero, de Fernández de la Vega, de Marlaska y de Garzón, tiene esta letra:

Soldado de España,
Sin tu querer ya no vivo.
Yo quiero ser muy cristiana
Y que me lleves contigo.

Aunque Juan Carlos de Borbón, prefiere, sin duda, este otro:

Pues los revolucionarios
Son bastante sanguinarios,
Y hay feroces bolcheviques,
Creación de Lucifer,
Que disfrutan atacando
El candor de una mujer.

Me alegro muchísimo de tener a mano casi todos estos discos, como prueba evidente de que en España, sobre todo durante la I y II Repúblicas, hubo mucha más libertad que en el siglo XXI.


(1)      Del cuplé titulado “La Marsellesa”, original de Miguel Ramos Carrión, autor del libreto de la famosa zarzuela ·”Agua, azucarillos y aguardiente”

(2)      Zarzuela original de F.Chueca, A.Paso y A.Domínguez, en 1901



Una policía insólita

Una policía insólita

Uno, que ya camina para viejo, estaba acostumbrado a la violencia de todo tipo, lo que no quiere decir que no me dolieran las bofetadas que recibí en las escuelas y colegios durante mis primeros años de vida, casi siempre a manos de profesores y “hermanos” (maristas, salesianos, jesuitas) muy católicos, muy defensores del orden (que no de la armonía), y muy fieles a los regímenes dictatoriales, convencidos de que la letra entra con sangre: la de la religión y la que obliga a pagar al banco cuando has solicitado un préstamo.





Esos golpes procedían de las mismas gentes que hoy dicen defender el derecho a la vida, cuando se trata de impedir el del aborto libre y gratuito; un amor que se hace aún más místico al apoyar sin reservas la reimplantación de la pena de muerte (aunque hoy no exista en la Constitución española), la cadena perpetua o el cumplimiento total de las penas impuestas por un juez, sin que pueda aplicarse al condenado la reducción del tiempo de encarcelamiento, por trabajo o buen comportamiento, o ser encerrado en la prisión más alejada del domicilio del recluso, y no en la más cercana como indica la ley. Esa veneración adquiere mayor espiritualidad, cuando consideran que las cárceles deben ser establecimientos donde el recluso pagará con creces las culpas por el daño infringido, pero sin que exista la posibilidad de que pueda ser recuperado para la sociedad.



A esas religiosas, cristianas y devotas personas, al parecer no les mueve la piedad o el perdón, sino la venganza, la saña, el rencor y el odio, que según los santos Evangelios es justo lo contrario de lo que Jesucristo (en quien dicen creer) enseñó en su vida pública. Son los mismos que niegan la posibilidad de la eutanasia, porque es preferible ver cómo sufre impotente un enfermo de tetraplejia, cáncer o parálisis cerebral.
No es por ello extraño que, ante la coyuntura de tener que apoyar las numerosas denuncias por torturas contra las fuerzas de seguridad de un estado como el español, esos enamorados del amor opten por negar la menor, descalificar documentaciones como las aportadas por determinados organismos internacionales, jueces, testigos o los propios afectados, y en suma, ironizar acerca de tamaño salvajismo alegando que “ellos mismos se autolesionan”, en clara y repugnante alusión a los torturados. Han sido decenas las ocasiones en que se ha demostrado la violencia, ampliamente ejercida por algunos miembros de la Guardia Civil, la Policía Nacional, la Ertzaintza o los Mossos de Esquadra, e incluso son capaces de sonreír y murmurar: “Yo les habría dado aún más hostias”, refiriéndose a los miles de manifestantes que a lo largo de esa “transición y ejemplar democracia española”, fueron lacerados por pelotas de goma, porras, puños, piernas, culatas y balas. Así razonan los defensores de la vida, esos mismos que intentan denigrar a Cuba, país en el que lo más insólito es constatar la calma y el sosiego, cuando intervienen los miembros de la Policía Nacional Revolucionaria, incluso en los momentos más delicados.


Lo primero que me llamó la atención en toda la isla fue la parsimonia y templado gesto de quienes lucen en sus uniformes ese emblema (PNR), por ejemplo, a la hora de pedir un carné de identidad. En esos quehaceres no suelen dirigirse al ciudadano en forma chulesca o imperativa, como acostumbran a hacer en cualquier nación de la llamada Europa civilizada, o con tres porrazos y tres insultos dedicados a la madre, como en los USA, México, Polonia, Honduras, Guatemala, Chequia, Colombia, Perú o Arabia Saudita, por citar a los agentes de algunos países donde los derechos del “sospechoso” no existen, ya en esos pagos cualquier ciudadano es culpable. mientras no se demuestre lo contrario. Siempre hay un Fraga que imponga su ley. Un Aznar en ciernes. Una mala bestia que confunda la fuerza de la palabra con la paliza o el disparo a quemarropa. Y es que da la enorme casualidad de que los policías cubanos han sido educados en otros mandatos, en otras leyes, que obligan a sus defensores (y ellos son parte fundamental de esa vanguardia revolucionaria) a respetar a sus conciudadanos, siguiendo el estricto mandato de la Constitución, texto que confiere a los habitantes de la isla el genuino título de hombre (mujer) libre, y por tanto exento, en principio, de toda sospecha. Eso sí es libertad. Caminar tranquilamente, sabiendo que ningún agente va a agredirme porque le da la real gana.


En nuestra Europa, tan culta ella, el ciudadano de a pie cree que es libre porque puede votar cada cuatro años, comprar una prensa del mismo signo pero de nombre diferente, o ver canales de televisión que muestran la misma manipulación sobre el acontecer diario. Heces de las más variadas gamas, pero controladas por el mismo esfínter. Y así va la gente por la calle, mirando hacia el suelo, con gesto de explorador sediento, perdido en el desierto, fruncido el ceño, preparado el rictus, dispuesto para el insulto inmediato en cuanto se encienda el semáforo y el que va delante no arranque en décimas de segundo. Tal vez por ello, en Madrid, París y Londres se escuche tanto aquello de “Vete a la mierda”, “Va-t’en merde”, o “Shit ¡”, que significan lo mismo en los tres idiomas. Aquí, en mi Cuba ejemplar, es rara la ocasión en la que decimos a un colega: “¡Vete p’al carajo!”, que por cierto es menos maloliente, o “¡Vete p’a la pinga!”, que sin duda es mucho más erótico. Por eso, también utilizamos, en referencia a quienes mienten empecinadamente acerca de la realidad cubana, un dicho que reza: “Ya están hablando mierda”. Nada más veraz.


En el aeropuerto de Miami, la policía local suele humillar sin problemas al turista que no vaya ataviado “con normalidad”, tenga la piel morena o cetrina, se llame Emilio, Mohamed, Chung o lleve una botella de ron cubano, ya que los agentes de Bush (de toda la familia) tienen patente de corso para propinar una paliza a quien sea, como a ese bailarín español llamado José Canales, sin que hasta ahora se haya adoptado ninguna medida disciplinaria contra el culpable. El pobrecito danzarín volvió a España con una mano de hostias en todo su cuerpo serrano, y ningún miembro del gobierno (Ministerio de Asuntos Exteriores o Cultura) osó formular siquiera una discreta reclamación o protesta ante las autoridades de USA. ¿Se imaginan lo que la prensa mundial habría dicho, de haberse producido el incidente en el aeropuerto José Martí de La Habana? ¿Se imaginan la crónica en el New York Times, Le Figaro, El País, El Mundo, La Razón y demás periódicos al servicio, no de la deontología y la veracidad, sino de unos cuantos empresarios multimillonarios? Y todo ello, en primera plana. Pero la realidad, es que la tunda que recibió Canales se publicó en las páginas de sucesos, en letra pequeña, discretamente, tal vez porque Los Polancos del mundo no deseaban herir la susceptibilidad de los agentes que molieron a golpes al cándido José. Y todo, porque hacía diez años le habían atrapado con una china de hachís en otro aeropuerto usamericano. Del inocente porro, al brutal porrazo.


Los soldados de Bush, Blair o Prodi (antes Berlusconi), son siempre inocentes, aunque torturen y asesinen a familias enteras, sea en Irak, Afganistán o Bollullos del Condado. Todas las policías del mundo tienen libertad plena para golpear a los ciudadanos en la calle, en su casa o en la cafetería. Se saben protegidos por el gobierno, y lo que es peor, por casi todas las cadenas de TV, diarios, radios y páginas web más populares y conocidas del orbe.


Por suerte, hay una excepción a ese comportamiento tan habitual en el primer mundo. Está en un país inscrito económicamente en el tercero, pero medalla de oro en lo cultural, sanitario y educacional. En Cuba, tenemos una policía que es querida, respetada, pero jamás temida. Una policía que a su vez respeta de forma exquisita al ciudadano. Una policía insólita.










Tarde de agosto en La Habana

Tarde de agosto en La Habana

José Manuel Martín-Medem, ex.corresponsal de RTVE en La Habana hasta hace un año, acostumbraba a ser bastante objetivo en el tratamiento que daba sobre los temas de los que siempre se habla cuando hay que tener a la Perla del Caribe como protagonista. Fue un periodista exquisito, delicado, riguroso y muy profesional. Pero ya me explicará algún día mi amable colega, cómo puede mantener cierta amistad con un delincuente como Raúl Rivero, a no ser que lo tenga como pareja del dominó, ciencia en la que, mira por dónde, no sobresalió jamás ninguno de los dos. Porque a ese paso acaba jugando con Bush, a menos que lo haga para tener la satisfacción de ahorcarle...incluso el nueve doble.








Ya se sabe que, por órdenes de algún reyezuelo (o de Felipe González, o Alfonso Guerra, que prohibió mi presencia en un telediario, o el connotado delincuente José Barrionuevo, o tal vez su dilecto amigo Corcuera, o el mediocre Diego Carcedo, o la mamporrera Maria Antonia Iglesias, o el “progresista” Fernando González Delgado, todos en alguna etapa con cierto poder en el Ente Público), los temas de los que se debe hablar respecto de Cuba son: repetir la palabra dictadura, informar sobre una inexistente desnutrición, destacar un disimulado descontento general, exagerar temas como la prostitucion, etc.

Curioso, porque desde que vine a la isla en 1980, he comprobado que en Cuba hay más participación ciudadana en los asuntos políticos que en los españoles en los últimos setenta años; la alimentación es justa, tal vez poco variada, pero cumple los mínimos exigidos por los organismos internacionales que se ocupan del tema, la gente se distingue por su jolgorio y sonrisa perenne, lo que contrasta con el término descontento, y si en la Habana existen centenares de mujeres que utilizan su cuerpo como medio para obtener dinero, en Madrid existen veintidós mil quinientas prostitutas repartidas entre clubes, centros de masaje, discotecas, hoteles, pisos particulares, parques, paseos, calles céntricas y alrededores (informe del ayuntamiento de 2003), sin contar las amateurs. Por ello, estamos ante un cuadro de hipocresía tan ridículo que causa vergüenza ajena seguir argumentando. En el caso de los periodistas españoles (de la inmensa mayoría) no vale el refrán aquel que hablaba de la viga en el ojo propio y la paja en el ajeno, o al menos, siguiendo con el ojo, el otro que decía: “Si tu ojo se escandaliza, arráncatelo”. Qué pena que no haya ninguno tan cristiano como para seguir la máxima. Ni siquiera Jiménez Losantos se anima a ello, y eso que trabaja para los obispos franquistas.

Parece ser que Vicente Botín, el actual enviado de TVE en la Habana, amigo y compañero de quien firma estas líneas allá en la infancia y ex militante del PCE (juntos entrevistamos a Carrillo en la clandestinidad), está recibiendo todo tipo de mensajes en los que el personal protesta airadamente por sus crónicas habaneras. Estoy convencido de que es un periodista nato, experimentado y honesto, aunque no he visto aún el tratamiento que da a la situación actual en la isla, pero supongo que, por encima de su posible y voluntariosa objetividad, parece muy probable que, tras esas crónicas, se hallen agazapadas las órdenes más rigurosas de palo y tentetieso a los castristas”, además de la censura más vil y rastrera que uno puede imaginar. Censura que aún ejercen y ejercieron esos demócratas del PSOE, desde que FG se alzó con la presidencia, instalando en España el régimen más mediocre, casposo y paleto que uno haya sufrido hasta la llegada del asesino Aznar.

En 1982, desde los pasillos de RTVE salieron “sociatas” como por ensalmo, aunque su origen era la Falange Española y la Sección Femenina (Sotillos, González Delgado, Iglesias), que decidieron hacer de la casa sita en Prado del Rey, un predio, precisamente, sólo para hacer informativamente lo que mandara un Rey, a quien solían acudir con cierta frecuencia para recabar su sabia opinión acerca de cómo tratar a los cabecillas del 23-F o como eludir de forma inteligente que en RTVE no se hablara mal de Franco. Y se prometió y cumplió hasta que yo mismo armé la marimorena en un programa nocturno, riéndome del Caudillo y su Valle de Los Caídos. Lo que ocurre es que al día siguiente, como en el caso de Las Vulpess, el que cayó una vez más fue el que firma este articulo y no el monumento a la bestialidad que significa esa basílica donde huele a crimen, sangre inocente y barbarie. Cosas de la democracia y la libertad de expresión, que durante el mandato del PSOE se conocía como libertad de opresión.

Hay que comprender el miedo de los corresponsales, hay que entender su temor a perder, más que su puesto profesional, el salario mensual con el que abonan la hipoteca. O como decía Eduardo Galeano: “Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo. Los que no trabajan tienen miedo a no encontrar nunca trabajo…”. Pienso, que en una televisión, en una radio, en un diario libre e independiente, quienes tienen la obligación de hablar sobre Cuba, deberían referirse también, y sin manipulaciones, a otros asuntos de más calado, como es el de la educación, el deporte, la sanidad, la vivienda, la alegría dentro de la necesidad, el infame bloqueo asesino que impone el gobierno USA desde hace casi medio siglo, las continuas amenazas de los terroristas como Posada Carriles u Orlando Bosch, y otros asuntos de importancia capital.

Pero los esclavos de los medios de comunicación han de escribir lo que el Jefe de Informativos haya decidido, que es a su vez el vocero del ministro de turno, que viene de recibir ordenes de Zapatero, quien acaba de llegar a la Moncloa de consultar con un señor muy importante sobre cómo se trata el tema de Cuba y de Fidel Castro.

Los corresponsales ponen cara de póquer cuando se les pregunta por aquellos, como José Maria Aznar y su cuadrilla de franquistas asesinos, o esa atlantista del PSOE tan corajuda como Trinidad Jiménez, que visitan sonrientes a la Mafia Terrorista de Miami, que es lo mismo que decir cualquier organismo, privado o publico, financiado por los Mas Canosa y Díaz Balart de turno. Por cierto, esta Trinidad es inenarrable en sus proyectos. Y es que la líder de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid, en el colmo de las fantasías animadas de ayer y de hoy, va y le encarga a Rosa León (que aspira a ser algún día Concejala de Cultura), productora y autora de canciones infantiles, que, de ganar el PSOE las próximas elecciones municipales, se llevarían espectáculos operísticos al Pozo del Tío Raimundo, un barrio donde la pobreza, la droga, la violencia y el paro se ceban en sus sufridos habitantes, que impotentes escuchan hablar de democracia todos los días, cuando en verdad lo que la pequeña pantalla escupe únicamente es mediocridad y chismorreo. Ya me figuro a los desheredados de La Celsa, o de cualquiera de los suburbios marginales de ese castigado Madrid, huir como alma que lleva el diablo ante la amenaza que para ellos pueden suponer “El Buque Fantasma”, “El Anillo de los Nibelungos” o “Lohengrin”. Sin saberlo, al escuchar tan formidables obras bien pudieran sentir, como Woody Allen afirmaba, “deseos irrefrenables de invadir Polonia”. Ahí es nada el populismo estúpido de la oposición a Esperanza Aguirre: cultura a toneladas, con C mayúscula, para los pobres de la tierra, mucho antes de que puedan disfrutar de una vivienda digna, un trabajo, un salario, una sanidad, educación y una alimentación. Como se ha hecho en la mayor de las Antillas. Ante todo, los primordiales derechos humanos, y luego cultura a borbotones. Como afirmaba Juvenal, en Cuba se hace realidad aquello de Orandum est ut sit mens sana in corpore sano (Hay que pedir que haya una mente sana en un cuerpo sano).

Y ya, dejémonos de estupideces: una sociedad tan culta como la cubana no resistiría impasible una dictadura. Justo lo contrario de la España de Franco, en la que se asesinó a la cultura para que ordenaran los analfabetos. Y aún existen resabios, muchos, de aquella lamentable época que ZP y sus Pusilánimes se niegan a abandonar. Franco continúa dentro de sus leyes... y de sus reyes. No ha valido eso de: Españoles, la guerra ha terminado. Borbón, y cuenta nueva.


Pobres de los españoles, hipnotizados ante esa pantalla por la que se vomitan toda suerte de mentiras acerca del acontecer en el mundo, siempre tamizadas por un profesional de turno que hace las veces de esbirro principal de los Servicios Informativos, donde tan buenos profesionales trabajan calladamente hasta que un E.R.E. (Expediente de Regulación de Empleo) les manda a la calle. Yo tuve la suerte de encontrarme con un gnomo que me avisó hace años de las tropelías que se avecinaban, y salí de aquella casa con la conciencia tranquila y el estigma de rebelde impenitente colgado como escapulario. Y me vine a Cuba, a aprender democracia, dignidad, alegría ante las dificultades, bondad y solidaridad. Soy un comodón y un cobarde, me digo a veces cuando salgo al trabajo caminando por las calles de La Habana. Tenía que haberme quedado en Madrid para seguir luchando contra la caspa.


No soy buen alumno, porque vengo de un país donde el PSOE destrozó las ilusiones de la izquierda, enterró la memoria de las victimas del levantamiento fascista de 1936, enalteció a los asesinos que jalean la Victoria del Caudillo, hundió las utopías, las playas, los adoquines y todo ello, sin que el rubor les subiera a las mejillas, apoyados por medios de comunicación tan potentes, que pueden comprar las conciencias de firmas de cierto renombre en el periodismo y la literatura, por 3.000 euros al mes, y luego utilizar sus razonamientos como pretexto para las más diversas añagazas: defender las matanzas del ejército israelí contra palestinos y libaneses, sirios, jordanos o lo que les venga en gana, comprender a Bush cuando asesina a miles de iraquíes, alentar a quienes atacan a Fidel, a Chávez, a Morales, a todo aquel que se enfrente al Imperio y su concepción global de “Democracia a bombazo limpio”.

En estas tranquilas tardes de agosto, mientras ese hombre ejemplar llamado Fidel Castro se recupera de la intervención, con el pueblo cubano hecho una piña en torno a sus líderes, prometo poner mucha atención en los próximos meses para merecer un aprobado en la asignatura más importante que me ha tocado nunca: defender hasta el final esta Revolución. Una sociedad que me ha enseñado, ante todo, democracia, compañerismo, amistad, solidaridad, afecto, magnanimidad y ¿por qué no?... a cocinar unos frijoles de la rehostia.






¿Lamenta el PP la tregua de ETA?

¿Lamenta el PP la tregua de ETA?

Evidentemente, el titular de este artículo es una pregunta directa a los responsables de ese partido político. No afirmo otra cosa que plantear mi duda razonable sobre una actitud ambigua, exenta de una mínima confianza en el futuro, por parte de la dirección del Partido Popular (que no de muchos de sus militantes), ante el reciente comunicado de ETA de establecer una tregua permanente.

Acaso la desconfianza y la sospecha en sesión continua son común denominador entre sus dirigentes, herederos de la ideología de los mas siniestros personajes que defendieron a Franco, incluido el ciudadano Juan Carlos de Borbón, quien, aunque tiene prohibido por la Constitución pertenecer a un determinado grupo político, desprende un tufillo derechista más que sospechoso, desde que abrió el tarro de sus malolientes esencias y pronunció aquella mamarrachada insultante que decía: No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia.            Pero ese personaje, a pesar de ello, es del agrado de gente que dice ser de la izquierda. O sea, que deben ser zurdos, porque la verdadera izquierda, la del progreso, la cultura y el combate constante por la paz, que aún defiende los mismos postulados que llevaron al paredón a miles de republicanos durante el levantamiento fascista de 1936, es incapaz (aunque me entristece imaginar que a Saramago le importa tres cominos que el tal Juan Carlos sea fan de un asesino como fue el Caudillo) de justificar históricamente la existencia de esta monarquía casposa y retrógrada, para alcanzar la III Republica Federal de los Pueblos Ibéricos, en la que convivirían en perfecta armonía (como lo hicieron cristianos, árabes y judíos en la Córdoba del siglo XI), vascos, portugueses, catalanes, gallegos, cántabros, castellanos, andaluces y demás habitantes de esta puerta del continente europeo. Más impensable fue lo que la comunidad internacional ideó para la antigua Yugoslavia, aunque le costara a sus pueblos miles de muertos. Ni un asomo de rubor tras el desastre. Ni una palabra de consuelo para aquellos daños colaterales, de los que hablaba con repugnante frialdad un sobrino nieto de Salvador de Madariaga que, en 1981 había asistido a un acto multitudinario en el que se pedía que España no entrara en la OTAN. Él llegó a la máxima dirección de esta máquina de matar. Cosas veredes, querido Sancho, que harán temblar las paredes.            Todo anuncio de que la sangre no va a seguir siendo derramada, en cualquiera de las áreas geográficas en las que aún se mantiene el olor a muerte y asesinato, debe ser celebrado por las gentes de bien. ETA prometió hace una semana que había decidido plantar las armas, declarando una tregua permanente. Tras la publicación del comunicado de la organización armada vasca se produjeron todo tipo de reacciones; comenzando por la más optimista, siguiendo por la de aquellos que profesan la incredulidad como religión verdadera, pasando por la más rabiosa (aquella que no soporta en la idea de las  contrapartidas),  y llegando a la de la frustración empresarial, al considerar que los negocios de las agencias de seguridad se van al garete, o a la de la impotencia de quienes verán sus sueldos reducidos considerablemente (Policía Nacional y Guardia Civil), etc.            El Partido Popular, oficialmente, no ha mostrado todavía la menor alegría ante el anuncio de ETA. Por ello, utilizando su hipócrita silogismo de que quien no condena el terrorismo, está ensalzando sus crímenes, deberíamos deducir que si el PP no declara públicamente su esperanza y alegría, ante la noticia de que Euskadi Ta Askatasuna deja las armas de forma permanente, es que sus dirigentes de ahora, Rajoy, Zaplana, Acebes… o su padrino Aznar, lamentan que ETA deje de matar, y por tanto son tan culpables de apología del terrorismo como los que aún permanecen en las cárceles del estado español por ese delito.           Por todo ello, denuncio desde estas paginas esa actitud tan hipócrita, que sólo puede obedecer a motivaciones de carácter crematístico. Y añado que se van a acabar los negocios de aquellos que tienen empresas de protección, de agentes de seguridad y vigilancia, los de blindaje de automóviles, de medios de comunicación alarmistas, de venta y alquiler de sistemas de seguridad interna y externa, de armas de calibre menor. Y me atrevo a decir que descenderá el número de droga incautada a miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado, el de denuncias por tortura y malos tratos en comisarías y cuartelillos, aunque tiemble al pensar en la probable infiltración premeditada dentro de ETA por parte de agentes incontrolados de los servicios de inteligencia españoles, para que de repente surja un grupo de comandos locos que, como sucedió en la localidad irlandesa de Omagh, quieran acabar con las esperanzas de paz y armonía que ahora deseamos más que nunca, para ver a un pueblo entero dedicado a reconquistar sus derechos políticos sin que intervenga el alarido del disparo o el grito de una bomba.  

          Aznar: se han acabado tus días de gloria y miseria. Ahora te toca  anunciar un alto definitivo en tu actividad como defensor de la muerte y las guerras, las invasiones y la mentira constante. Y si no estás por la labor, sería más honrado por tu parte que adoptaras un seudónimo, por ejemplo, Navajero del Pisuerga y lanzarte al monte para que tus seguidores vean los huevos que le echas a la vida. Tu PP estoy seguro de que te seguirá… hasta la puerta, y luego uno a uno se irán a la madrileña calle de Ferraz a solicitar el carné del PSOE, para que este colectivo, que se nutrió en tiempos de Felipe el Mentiroso con delincuentes-militantes como Barrionuevo, Corcuela, Vera, San Cristóbal, Guerra, y otros que ahora olvido, vaya escorándose más y más a la derecha, siguiendo el ejemplo de ese terrorista tan hábil como Tony Blair, miembro de la Internacional Socialista, para oprobio y vergüenza de los millones de militantes honestos de todo el mundo, y acabar bebiendo en el mismo abrevadero que George W. Bush.

 Carlos Tena