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Viv@Fidel

Contra el matrimonio

Contra el matrimonio

La aprobación en el Congreso de la ley que autoriza el matrimonio entre homosexuales, celebrada en España a bombo y platillo, deja algunas incógnitas en el aire acerca de la honradez de tal medida por parte del ejecutivo socialista, y ninguna duda en cuanto al oportunismo descarado del equipo de Zapatero, ávido y necesitado de acciones tan aparentemente avanzadas como esa, deseada por una supuesta mayoría de la población, y rechazada de plano por otra no menos escasa representación ciudadana. La fractura social que se ha abierto en la tierra de la Inquisición es incontestable. Las dos Españas siguen en pie de guerra.

La futura República Federal de los Pueblos Ibéricos disfruta como un nene con zapatos nuevos (si creemos las encuestas y shares de audiencia), cuando las TV públicas y privadas emiten espacios, absolutamente faltos de seriedad y rigor, acerca de algo tan serio como la sexología. Esa España “grande y libre” en la que aún se tortura y maltrata a los reclusos, sean o no etarras (ver último informe de las Naciones Unidas), celebró durante años las payasadas de personajes como Boris, que ridiculizaban la figura del homosexual como lo hiciera el franquismo durante la dictadura. Pero ni una palabra sobre las bestialidades cometidas en las prisiones, comisarías y cuartelillos de toda la geografía hispana.

Seamos serios. El homosexual, no es un mariquita de feria para explotar entre cientos de anuncios. La persona que banaliza su condición exhibiéndose en las pantallas como un animal circense, puede llegar a convertirse en un patético clown, como infantiles e inútiles son las celebraciones del orgullo gay, que deforman gravemente la personalidad de quienes eligen esa orientación sexual. Nada que ver la alegría lésbica con la de sus colegas, porque en ese colectivo no hay “Peponas” que únicamente se ocupen de arrancar carcajadas entre los ciudadanos. No hay machorras que enseñen el pubis o el Monte de Venus para jolgorio del espectador mientras imitan los gestos del hombre. No existe por su parte nada similar a la continua y cansina forma de hablar y actuar, que tan chuscamente interpretan profesionales del mal chiste como Los Morancos. En el mundo de las fans de Safo no se banaliza, ni se bromea con algo tan respetable. Son mujeres en pleno dominio de su sexo y no hacen de él un carnaval para vender a las revistas del corazón, aunque en las carrozas pongan por delante a los que gustan del disfraz feminoide, como reclamo publicitario para la tan deseada normalización de su status. Ellas ayudan con su actitud al respeto y normalización de esa opción.

En el terreno de la permisividad, el carpetovetónico ciudadano ibérico ha asistido en los últimos años a una más que falsa “tolerancia sexual”, amparada por más del cincuenta por ciento de los medios de comunicación, colectivos de todo tipo e, insisto, una gran parte de la sociedad. Pero España no es, sin embargo, un país tolerante y abierto. La hipocresía más vil se esconde en ese falso progresismo de salón.

Cuando hace 22 años Las Vulpess escandalizaron en la TVE con su canción “Me gusta ser una zorra”, ningún diario, radio o colectivo ciudadano, salió en defensa del cuarteto, y mucho menos de mi humilde persona, amenazada de cárcel por escándalo público. ¿Voy a tragarme, sin sentir el vómito, que en esos cuatro lustros y dos años, ese estado de opinión ha dado un giro de 180 grados?. Aún recuerdo los denuestos e insultos de compañeros (hoy muy “demócratas de toda la vida”), que jaleaban al Fiscal General pidiendo mi cabeza. Aún resuenan en mi oído, y rememoro los titulares de periódicos, los lamentos porque el tal Tena dirigiese un espacio de televisión desde el que provocar a la audiencia con sus “ocurrencias”.

Esos mismos personajes, y otros parecidos, aplauden ahora (porque es signo de modernidad) que los matrimonios entre homosexuales tengan rango de ley. Queda muy bien ser abierto y comprensivo, aunque en su fuero interno, cuando llegan a la intimidad del hogar, se desfoguen diciendo: “¡Y ahora encima, quieren adoptar niños... ¿A dónde vamos a parar?”. A la mañana siguiente, en la radio, en la prensa, en la pequeña pantalla, sus palabras serán totalmente diferentes. Hipocresía de la más casposa, de origen farisaico, de raíces inquisitoriales. Conozco el medio, señores.

Aplaudo en su justa medida lo que aprobó el Congreso, qué duda cabe. Pero déjenme de monsergas y falsos progresismos. España sigue siendo rijosa y falsaria, atascada en el franquismo y disfrazada de tolerante, como en un carnaval siniestro en el que muchas conciencias desaprueban en privado esa posibilidad de matrimonio, pero jalean en público a los sufridos homosexuales que durante tantos siglos han sido objeto de censura y escándalo.

Esa ley no es siquiera un avance. Es una forma de sacar dinero al personal como otra cualquiera y los comerciantes están encantados con la medida. Estoy seguro de que El Corte Inglés prepara su “Semana Gay”, su mes con “Moda para lesbianas”, aunque no se han decidido por el modelo que presenten en los spots de televisión. Conviene distraer al personal. Es más: resulta imprescindible ese tipo de medidas, para evitar que el pueblo llano caiga en la cuenta de las miserias que aún quedan por arreglar. Mientras tanto, Zapatero y sus Cuates entregan a Bush todas las cartas para que siga ejerciendo el papel de terrorista número 1. Y el que apoya a un asesino es tan culpable como aquel. Avanzados en lo sexual, carpetovetónicos en lo social. Cómplices en lo político, amigos del enemigo más brutal que haya parido la sociedad estadounidense. Mudos ante las masacres y asesinatos diarios en Irak, pero tremendamente afectados cuando las víctimas son europeas, sea en Madrid o Londres.

La doble moral de los políticos españoles es repugnante: se colocan la careta del progresismo fácil, en tanto ayudan a masacrar a los inmigrantes con leyes discriminatorias de baja estofa, recortan los sueldos y derechos de millones de trabajadores, de inmigrantes y estudiantes, preparando otras medidas que distan años luz de la ética política inherente a la verdadera izquierda. El truco del sexo es uno de los más arteros que estos chicos de Zapatero, IU, etc., se han podido inventar para distraer a los inocentes, más preocupados por brindar en la boda y firmar su Libro de Familia, que por saber si algún día tendrán una pensión digna.

Lo que el mundo necesita son menos leyes matrimoniales. Al contrario, sería aconsejable que los psiquiatras y especialistas en derecho se definieran acerca de ese contrato del que se suele salir bastante mal parado, tanto económica como emotivamente.

No hace falta decir pues que estoy en contra del matrimonio, tal y como se concibe en nuestros tiempos. Lo rechazo de plano como fórmula para edificar una sociedad que pueda progresar en paz. La unión de dos seres no se debe realizar ante una autoridad municipal, autonómica o religiosa, como si de una obra de teatro se tratara, exhibiendo la natural felicidad del momento. Ese instante debe celebrarse ante notario, firmando un contrato de servicios mutuos con sus cláusulas bien claras. Dejad a un lado lo sentimental, que los besos y miradas de ternura no os permiten divisar el bosque. Centraos, querid@s homosexuales y lesbianas, en los artículos, en la letra pequeña de ese compromiso ético que vais a firmar.

Aconsejo a los más jóvenes que no se dejen llevar por la estúpida alegría y falsa modernidad de la medida que el Congreso español ha aprobado. Casarse es una solemne estupidez. Sobre todo si no hay un papel de por medio que aclare el rol de cada actor, sus obligaciones y derechos, sus deberes y ventajas, su compromiso moral, laboral y económico.

Pero, en cualquier caso, queridos y admirados Paquito, Lluis, Eliseo, Mercedes, Elisa: que disfrutéis de la posibilidad de contraer nupcias. Ya habéis llegado a lo que algunos llaman normalidad. Y no existe nada más peyorativo que ese término. Me quedo con lo diferente, como el inolvidable y valiente film de Alfredo Alaria.


 


Los condones de don Manuel

Los condones de don Manuel

Érase una vez un espermatozoide gallego llamado Manolo. Su amplia testuz, coronada con una potente asta con la que perforar el óvulo, era suficientemente dura como para conseguir el sagrado objetivo para el que había sido concebido, siempre y cuando creamos en la divinidad de Cristo y la infalibilidad del Papa. Las ideas que alimentaba en su tremenda cabeza habían sido calcadas de otro colega llamado Torquemada, por lo que fue celebrado desde hace lustros por el grupo Los Onanistas Católicos Impenitentes, colectivo de música religiosa que solía cantar bajo otros seudónimos menos precisos.

El objetivo de Manolo era sembrar España con sus ideas y potencia genética, más concretamente en Galiza (terra nosa), para dispersar millones de espermatozoides de su misma condición, es decir, intolerantes y sádicos, y así provocar la ruina de farmacéuticos y empresarios del caucho, que habían recibido con alborozo y jolgorio sin iguales la noticia de la aparición del virus de inmunodeficiencia, más conocido como AIDS, o como SIDA en España, inventado en un laboratorio de EEUU para asesinar lentamente a los homosexuales y drogadictos.

Hace pocas semanas, en el diario “Esperma Grande y Libre”, Manolo declaraba uno de sus secretos mejor guardado: “Jamás su condición de Portador de Valores Eternos podría ser castrada”, ya que durante su existencia, larga y dilatada, nunca había consentido en colocar un freno, siquiera de caucho sintético, a su enorme deseo de procrear, tan grande como el de impedir que la izquierda genética sustituyera su dictadura por un sistema mucho más comprensivo. No contento con esa afirmación, aseguró que, aunque ya ha cumplido los 82 años, nadie ni nada le colocará esa frontera, suave y cremosa, lo que suscitó todo tipo de comentarios en torno a su capacidad de eyaculación verbal, además de presuponer que goza de una más que probable incontinencia o espermatorrea agresiva, a pesar de la edad.

Manuel ha perdido, por la mínima, y la fecundidad de la que hacía gala ya no inquieta a los parroquian@s amantes del condón. Por fortuna, tendrá que colocarse un bozal, que no impedirá la caída permanente de mala baba que ha distinguido su existencia.

Lluis Llach, que en su día le nombró “Asesino de razones y de vidas” (Campanades a Mort), estará también satisfecho, pero no contento. Manuel aún tiene deudas pendientes. Débitos luctuosos impagados. No se puso condones para propagar sus genes, pero con ello provocó la destrucción, el sufrimiento de muchas víctimas inocentes. Qué sarcasmo: ir por la vida gritando “No al aborto”, pero sembrando la muerte en cada paso.


Matrimonios entre homosexuales

Matrimonios entre homosexuales

He aquí, a guisa de información, la legislación vigente en algunos países del globo terráqueo, en lo referente a la tan discutida ley, aprobada recientemente por el Parlamento español, que legaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo. Hay algunas curiosidades, sorpresas y detalles nada sutiles que ayudarán al lector a tener una imagen algo más amplia sobre este hecho.


Argentina

Buenos Aires fue la primera capital en Latinoamérica en garantizar las uniones civiles del mismo sexo, pero esa ley sólo es válida en dicha ciudad. El resto de los argentinos gays o lesbianas no pueden legalizar su unión en otra ciudad.


Bélgica

En el mes de noviembre de 2002, el Senado de aquella nación aprobó la ley que reconoce el matrimonio entre dos personas del mismo sexo. En Holanda se había aprobado una norma similar para los ciudadanos nacidos en ese país que incluía a los inmigrantes legales. El resto quedan fuera de la aplicación de dicha ley.


Canadá

Diciembre de 2002. La discriminación por orientación sexual está prohibida, pero el matrimonio entre gays y/o lesbianas no es legal, excepto en Ontario y Quebec. No obstante el Gobierno federal evalúa en la actualidad la posibilidad de ampliar la validez a todo el territorio nacional.


China

La comunidad psiquiátrica en ese país considera aún que la homosexualidad es una enfermedad. No obstante, los homosexuales no son perseguidos por la policía y no es delito confesarse gay, aunque hay áreas extensas en las que las autoridades son menos permisivas.


Colombia

Los militares que se confiesan gays tienen aún muchos problemas en el ámbito castrense, y una pareja homosexual no puede residir de forma conjunta en una base militar. Los civiles aún tienen restricciones para vivir en una misma casa.


Dinamarca

En 1989, los daneses fueron los primeros ciudadanos del mundo en aceptar matrimonios de personas del mismo sexo. En 2000, se amplió la ley para permitirles adoptar niños, siempre y cuando alguno de los dos hubiera pasado por la experiencia de un previo matrimonio heterosexual.


Islandia

La cohabitación para homosexuales se aprobó en 1996, lo que permitía a las parejas de gays y/o lesbianas obtener los mismos derechos que los matrimonios heterosexuales, incluida la adopción.


Finlandia

El Parlamento finlandés aprobó una serie de leyes que garantizan ciertos derechos civiles para las parejas gays y lesbianas, pero no con el mismo rango que las que protegen a los matrimonios heterosexuales.


Francia

En octubre de 2000 se aprobó una ley llamada Pacto de Solidaridad Civil, que permite a las parejas homosexuales obtener en los ayuntamientos una licencia de cohabitación, que les garantiza casi todos los derechos habituales en los matrimonios heterosexuales, en lo referente a herencias, declaración de renta, residencia común, etc.


Groenlandia

Como territorio dependiente de Dinamarca, aunque dotado de cierta autonomía, se intentó aplicar las mismas leyes que tienen los daneses, pero en principio el Parlamento se había negado a dar por bueno lo aprobado en Copenhague en 1989, rectificando esa decisión siete años más tarde; es decir, en 1996.


Alemania

Los matrimonios entre homosexuales y lesbianas son legales pero no tienen derecho a la adopción.


Hungría

Desde 1996, las autoridades de ese país garantizan los derechos de las parejas de gays y lesbianas en lo referente a pensiones y herencia, pero no permite que adopten. La sociedad húngara, no obstante, no tolera de buen grado este tipo de relaciones, que fueron legalizadas por presiones de la UE, como requisito indispensable para que accedieran al Mercado Común.


Italia

En algunas ciudades se permite la inscripción civil de parejas homosexuales, pero esa medida no tiene peso legal alguno.


Japón

La comunidad psiquiátrica japonesa acaba de declarar que la orientación sexual del mismo signo no es una enfermedad mental.


Holanda

Exactamente los mismos derechos para matrimonios hetero y homosexuales desde el año 2001.


Noruega

El matrimonio entre personas del mismo sexo es válido desde 1993, bajo una ley llamada de Registro Doméstico de Parejas. En Suecia es prácticamente igual. Tienen los mismos derechos que las heterosexuales pero no pueden celebrar la unión en ninguna iglesia, ya que todas las comunidades religiosas del país hicieron un comunicado en este sentido.

Y así, con todas las variantes posibles, pero en general, la situación en Europa es mucho más permisiva y tolerante que en el resto del globo, incluyendo EEUU, donde el presidente Bush ha firmado una ley que contempla que, en caso de fallecimiento de uno de los dos miembros de la pareja, la otra pudiera acceder a la herencia, pero sin ningún otro beneficio. El matrimonio gay, prohibido en todo el territorio estadounidense, sólo es legal en el estado de Vermont.


 







Diario erótico de Maruja Towers y Donald Rumsfeld

Diario erótico de Maruja Towers y Donald Rumsfeld

A modo de prólogo:

La brujita Marujita

Hace unas semanas, Marujita Torres, la singular periodista de Falsimedia que odiaba a Julio Iglesias (hasta que Juan Luis Cebrián le obligó a entrevistar a la super-mega-estrella en Miami), aseguraba que prefería mil veces un morreo con Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa (más bien Ataque) de EEUU, antes que un solo beso de Hugo Chávez, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.

La boutade es tan infantil que, con la delicadeza que me caracteriza, merece que le dedique unas líneas a la corajuda colega, que suele cambiar de opinión en cuanto lo manda el Gran Jefe Polanco, pero no cuando lo exige la decencia profesional. Un mínimo recato, una gota de pudor, hubiera hecho que Marujita rectificara, pero exigirle eso a la otrora cronista de la invasión yanqui en Panamá, cuando el 22 de diciembre de 1989, Juan Antonio Rodríguez, fotógrafo español del diario El País fue abatido a tiros por soldados norteamericanos, es tal vez demasiado.

Su homenaje al amigo asesinado por las tropas yanquis, es desear convertirse en objeto sexual en manos de un homicida, de un terrorista como Rumsfeld que, sin duda alguna, ordenaría matar a periodistas gráficos, como de hecho sucedió con José Couso (Tele-5) en Irak, Julio Anguita Parrado (El Mundo), también en Irak, o más recientemente, Ricardo Ortega (Antena-3), esta vez en la ocupada Haití.

A la Señorita Towers, tal vez, lo único que le quede por hacer en la vida fuera servir de jinetera virtual a terroristas de primera fila. Y éste sería, ¿por qué no?, parte de su diario íntimo.




Diario erótico de Maruja Towers y Donald Rumsfeld

1 de octubre de 2005.- Donald me ha besado tras haberme hecho la limpieza bucal. Por si acaso, por mi halitosis, he tomado unas pastillitas de menta que me ha regalado la mujer de Cebrián.

2 de octubre.- Mi pobre Donald me ha dicho que es impotente. Realmente me duele la confesión. He gastado todos mis ahorros para que viniera en primera clase desde Washington con Iberia, claro.

3 de octubre.- Esto va mal, Toda mujer madura tiene sus necesidades. Rosa Montero me dice que ella le da a su tronco una pastilla de Viagra. No sé... A lo mejor traduciéndole las páginas dedicadas a la prostitución en El País va y se calienta un poco.

4 de octubre.- Si le pongo en el cocido un poco de Viagra, yo me tomo un Prozac por si acaso. Sólo va a estar conmigo dos semanas y tengo que lograr que me posea como si fuera una iraquí de 14 años. A él esas cosas le gustan mucho cuando se las cuentan los marines yanquis.

5 de octubre.- Le metí en la sopa de fideos dos Viagras, se tomó el cocido, se echó una siesta del carajo, se levantó a la ducha y salió de estampida hacia la Zarzuela para ver al Príncipe Felipe. Me he quedado más caliente que Esperanza Aguirre después de ver una película de Mel Gibson.

6 de octubre.- Por la mañana, Donald, mi Donald, no me ha dado ni un beso. Le he intentado hacer lo de la Levinski, pero me ha mirado como si fuera Osama Ben Laden. Qué mal lo estoy pasando.

7 de octubre.- Parece que hoy está un poco más tierno. Me ha dado un achuchón, una pequeña bofetada y me ha dicho: “Come on, little bitch, suck it to me!”. Me sentí halagada, con ganas de que me diera un poco más fuerte. Pero se echó a reir y se metió en el WC con el Washington Post.

8 de octubre.- Lo admito. Estoy decepcionada. Ninguna mujer de mi clase puede resistir tanta frialdad, tanto despego.

9 de octubre.- No aguanto más el desdén de este Rumsfeld. Mañana mismo me meto en la cama con una Black and Decker.

10 de octubre.- No sé qué hacer para calmar mi ninfomanía. Mira que me lavo los dientes tres veces diarias... Cada día se marcha después de comer. Siempre está de reuniones con Zapatero, con Bono, con Aznar... Me tiene harta. He dejado de maquillarme, de bañarme, de asearme y me paso la noche bostezando.

11 de octubre.- Hoy parece que estaba más simpático. Me ha dicho que olía muy bien. Bueno, esperaré un día más. Tal vez el aroma a hembra en celo, sin gel ni jabones perfumados, le incentive un poco el deseo sexual.

12 de octubre.- Se levanta y se va al desfile militar del 12 de octubre. Me deja en casa con mi salto de cama recién estrenado. Cuando llega por la noche huele a vino que apesta. Y yo, claro, sin ducharme por si hay premio.

13 de octubre..- Tiene el billete en la mesilla y se va a EEUU mañana mismo. Debo darme prisa. Hoy o nunca. Me tiro encima de él, no beso, lo estrujo, le meto mano en los bajos como una posesa. El sigue durmiendo y musita: “Oh, no, no... No so strong, my dear Condo...”. ¿Quién es esa tía que se llama Condón? Luego se levanta nerviosismo y me dice que le espera Garzón. Me duermo gracias a dos Valium.

14 de Octubre.- Se levanta, me mira, se viste, llama a su chófer, a sus guardaespaldas, y se va al aeropuerto de Barajas. Me arde todo de rabia e impotencia. Llaman a la puerta. ¡Es él que se ha arrepentido! No: es mi Polanquito.

Bueno, a falta de Rumsfeld, buenos son los jefes, pero ¡qué asco de vida la de las periodistas honradas como yo!


 




 

Viajando con Bono-Bush (Entremés manchego en un solo acto)

Viajando con Bono-Bush (Entremés manchego en un solo acto)

Aquel ómnibus viajaba a bastante velocidad por tierras del estado de Texas (EEUU). El conductor mordisquea un sandwich de pollo mientras entona “God Bless America”. Con sonrisa mefistofélica, el presidente George W. Bush se dirige a su invitado, el ministro español de Defensa José Bono, ilustre albaceteño sin navaja, pero con una buena retahíla de tanques, aviones, ametralladoras, helicópteros y demás armas para la paz, e inopinadamente le pregunta:

BUSH.- Tell me, Pepe… How is possible you never bought my helicopters, knowing they are more güenos than the French ones?

BONO.- ¿Qué dice este tipo?, -habla confundido mirando al intérprete- ¡Ah...¡ It´s true, mister –continúa Pepe una vez traducida la cuestión- ¿You know...? My ex presidente Felipe...

Bush le interrumpe:

BUSH.- Felipe the prince... je, je, je, je... -dice mientras le guiña un ojo– Someone tell me that he’s recently married, ji, ji, ji, ji... That’s incredible! We never accept this kind of low to married this people. Oh, my God...!

BONO.- ¿Pero de qué habla éste ahora? (Le traducen) ¡Ah… No, no, je, je, je... Ai tok abau Felipe González, señor. ¿Por qué no habla un poquito español...? Ande, no se haga el longuis. (Le palmotea en la espalda).

BUSH.- (Esforzándose) Dimi Pepe. Is vedá ke tú are un sucialista? No gusta mucho yo eso. Tu malo, malo.

BONO.- Ja, ja, ja, ja...¡Qué chusco es usted, Doble Vé...! Nosotros los socialistas del siglo XX ya dejamos de ser antiamericanos. Iu ar friens, very very friens. Iu undestan?

El ómnibus va acelerando la velocidad, pero nuestros héroes no lo advierten. El personal de seguridad estadounidense juega al póquer al fondo; sus homólogos españoles, al mus. Ellos tampoco observan al conductor que a medida que repite el himno echa un trago a una botella de anís de Chinchón que le ha regalado Bono en un gesto realmente digno. Todo un detalle para con ese humilde conductor.

BUSH.- You dile Felipe que compre my helicopters o tenemos bronca. No más french. Ni potatoes ni champagne.

BONO.- Ai promis tu iu, pero es que Felipe compró esos a los franceses porque estaba cogido hasta las pelotas por lo de la ETA.

BUSH.- (Interrumpiendo y de mal humor) Pero yo decir que acabo con ETA mucho más antes que franceses. Fuckin’ Gonzalez...!

BONO.- Ai te juro que vamos a gastar much moni, meni dollars, mai president, si tiene paciencia unos meses. Tranqui colega. ¿Quiere más espanis soldiers para Afganistán? Tenemos ahora unas rebajas de verano muy interesantes.

BUSH.- ¿Cómo llama tu jefe ese que quitar tropas de Irak? ¿Tapaperros...?

BONO.- Zapatero, señor. Espere, ueit a minit que le llamo por el móvil. (Toma el teléfono y marca. Tras unos segundos:) ¡José Luis! ¡Hombre, qué alegría¡ Mira tengo aquí al lado a Bush. Te lo paso.

BUSH.- Hello...! ¿Chapucero...? Can you hear me...?

BONO.- (Susurrandole al oído a Bush) Za–pa–te–ro, señor...

ZAPATERO.- ¡Oh, mister Bush, what a wonderful surprise...! Mire ahora mismo, oh sorry, I try to explain it in English. Mmmmm... you know? In this moment I confirm that a thousand Spanish soldiers goes to help The Empire in Haiti, the double in Colombia, the triple in Paraguay, and if is necessary, we can help to Reverend Patterson to... ejem... ejem... You know what I mean.

En ese momento, el omnibus derrapa, camina enloquecido cuatrocientos metros hasta que choca frontalmente con otro vehículo de gran tonelaje, en cuyo lateral se leía: "Pastores por la Paz. Ayuda a Cuba." Los dos mandatarios salen magullados mientras gritan histéricos:

BONO-BUSH.- ¡Socorro...! ¡Comunistas...! ¡A mí la guardia...!

El conductor sale ileso mientras sigue cantando “God Bless America”, y el ministro Bono, para no ser menos, eleva sus ojos al cielo y entona el himno de la Legión Española. Bush Doble Vé le quita la botella de anís al responsable del accidente y se bebe el contenido de un largo trago. Suenan clarines. Viajar con Bono-Bush siempre es excitante.


Nota.- El autor considera innecesario traducir al manchego los textos en inglés, dado el alto nivel de inteligencia de los habituales visitantes de nuestra web, y sobre todo porque están muy mal redactados. Así que, sorry.


 

The long and winding road (dedicado al ex pensador Fernando Savater)

The long and winding road (dedicado al ex pensador Fernando Savater)

El largo y sinuoso camino que el enfermo Savater se ha inventado, tiene un final aterrador que ni él mismo es capaz de adivinar. En ese trayecto hacia el abismo, el otrora brillante pensador se lanza a una carrera de fondo sin ver el gris horizonte que le aguarda. Es aún peor, camina a zancadas mirando hacia atrás para sonreír a los que le siguen; pobres criaturas que creen tener delante a un nuevo Colón que les llevará a la tierra de la concordia, cruzando las poderosas corrientes del odio, la venganza, el desprecio y la mentira, que es donde naufragarán antes de arribar a las costas prometidas.

El enfermo imaginativo que hoy encarna el ex pensador, ya no tiene cura. No hay antídoto contra esa locura trabajada a fondo en las letrinas de Aznar y el Pacto Antiterrorista, que hoy, mira por dónde, agoniza lentamente mientras los descendientes de Hitler van a reunirse en Río de Janeiro para dibujar un mapa en el que Cuba y Venezuela desaparezcan para siempre. No les mueve la ética, ni el raciocinio, la bondad o la esperanza. Su motor ruge de ira porque otros no abandonan las utopías, porque hay millones de seres humanos que saben que, por encima de las hoces y martillos, de las estrellas y las barras, las franjas de colores y las medias lunas, los soles y las armas, hay un espasmo general, una nueva náusea, provocada por esa actitud de sumisión ante el Imperio del César norteamericano.

Los llamados intelectuales de pensamiento blando se han rendido y no soportan la visión de quienes no quieren renunciar a la batalla verbal, a la razón y a la defensa de la democracia real. Esos ex filósofos, españoles o franceses, italianos o alemanes, no constatan nada con sus diatribas rabiosas excepto su propio fracaso, su miseria moral. Dicen colocarse frente a los terroristas, pero no tiemblan ni se detienen ante la tortura más abyecta. Sencillamente, miran hacia otro lado. Y lo que no se ve, no existe. Es la anti – fe, un nuevo producto del siglo XXI para combatir la esperanza.

Savater bien podría ser ahora mismo un fiel guardián de un campo de concentración, en Guantánamo o en Jerusalén, Bagdad o Kabul, un Millán Astray de la Facultad de Filosofía del País Vasco Y en ese sueño imagina que bajo su mirada desfilan, arrepentidos y famélicos, todos los enemigos de la civilización occidental. O sea, los que aman la inteligencia.

Los últimos vestigios de racionalidad de Fernando Savater se darán cuando opte por imitar a Sócrates y termine de soltar lo que le queda de bilis ratificando la frase del clásico: el filósofo debe acudir gozoso a la muerte... cerebral, se supone.

 


Mirando hacia atrás sin ira

Mirando hacia atrás sin ira

por Antonio Delgado y Carlos Tena


Mi gran amigo Antonio Delgado, profesor de Literatura en un Instituto malagueño, me envió hace algunos meses una carta, en la que manifestaba su pasmo ante lo que los jóvenes de hoy consideran un entorno social y familiar hostil, duro, agresivo, insoportable o frustrante. Apuntaba su sorpresa por el desánimo de buena parte de ellos cuando se les presenta cualquier pequeña dificultad. “Y eso que les hemos dado lo que han querido”, protestaba. Y es, precisamente ese detalle, donde creo radica el error de mi generación. Millones de jóvenes a quienes no hemos sabido enseñar el valor de una hoja de papel, un plato de lentejas, un libro o una mirada inocente. Y medito sobre cómo fue nuestra existencia.

La España de mediados de los cuarenta era, por encima de otras consideraciones, un país triste, ennegrecido por el odio, por la venganza de la dictadura franquista contra todo aquello que significara cultura, porque en ella se agazapaba la libertad, se escondía un enorme horizonte de esperanza, de conocimiento y tolerancia. España era torturada cada instante por la mediocridad de los funcionarios, que en su deseo de protagonismo gozaban humillando a quienes sabían más cultos, con insultos, prohibiciones, vejaciones profesionales y toda suerte de agresiones físicas y psíquicas.

Muchos de nosotros, que comenzamos los estudios a los seis o siete años cuando el siglo XX cumplía sus bodas de oro, sufríamos por ende un ambiente familiar en el que la violencia verbal (y en ocasiones la física) era tan habitual, como la tortura y los malos tratos en los cuartelillos de la Guardia Civil, comisarías y cárceles españolas del 2005, sin que el gobierno de Zapatero (y antes los de Aznar y González) haga nada por impedirlo. En eso, mi España de ahora semeja mucho a la del Caudillo. Pero no por ello fuimos una generación desilusionada, carente de sueños y utopías; más bien al contrario, hallamos en “saber aprovechar lo poco que se tenía”, para ir avanzando paulatinamente con la única arma que se nos permitía: el sentido del humor.

Y la verdad sea dicha, mirando hacia atrás, no sé cómo hemos podido sobrevivir. Es casi imposible que estemos vivos, pero de momento respiramos. Fuimos la generación de la espera y la cola. Pasamos la infancia y buena parte de nuestra juventud aguardando, siempre mirando hacia un lugar inexistente de donde se suponía podría llegar la solución a todos los problemas. Teníamos que esperar dos horas para hacer la digestión antes de bañarnos (y eso que no habíamos comido casi nada). Los domingos, como era el día de misa obligada, no podías meterte nada en el estómago antes de que el Señor Dios, en forma de hostia penetrara en tu esófago camino del píloro y de ahí a la piscina de los jugos gástricos. Y encima, en Semana Santa, los curas mandaban ayuno porque sí. Siempre esperando. Hasta los dolores también se curaban con el tiempo.

Viajábamos, rara vez, en coches sin radio, sin cinturón de seguridad ni air bag, por carreteras llenas de baches en los que bien pudiera caber un camión de tamaño mediano, en trayectos de más de diez horas, y cinco personas en cada vehículo, que normalmente era un seiscientos. Nunca supimos lo que era el síndrome del turista. Nunca vimos una autopista ni un peaje. Nadie protestaba. Se asumía la realidad sin muecas o malas caras, entonando canciones pícaras o contando chistes verdes.

En casa, las puertas eran de madera mala, carecíamos de armario ropero y nuestras prendas de vestir eran las que nos dejaban los hermanos mayores, primos o un tío que teníamos en América. Nuestra madre nunca nos llevó de compras por Europa, para regalarnos unos vaqueros de marca norteamericana. Los medicamentos se envasaban en frascos sin tapa a prueba de niños, sin prospecto o indicaciones, sólo con un papel pegado en el que se decía cual era el contenido: mercurocromo, alcohol, agua oxigenada, aguarrás... En casa, la lejía o el amoníaco estaban en unas botellas al alcance de cualquiera, mas ninguno de nosotros bebió de ellas confundiéndolas con agua mineral.

Cuando alguien nos prestaba una bicicleta o un patín, corríamos sin casco, a toda velocidad, lanzándonos cuesta abajo sin preocuparnos de que no existiera freno, o si había, estaba roto. Nos columpiábamos en artefactos metálicos, con esquinas puntiagudas, y luego jugábamos a ver quién era el más animal, sin que por ello nos rompiéramos otra cosa que un dedo. Nos dábamos golpes en la cabeza, presumíamos de los arañazos y brechas en las piernas y rodillas, sangrábamos sin que las lágrimas aparecieran en nuestros ojos, y un vecino era el que hacía el papel de enfermero y nos ponía agua oxigenada o agua caliente.

En la calle se nos localizaba a gritos, no había móviles ni artilugios con los que saber dónde estábamos, y llegábamos a casa cuando se encendían las farolas. Nos peleábamos todos los días por una chica, por una canica, por un trozo de madera con la que un zapatero nos podía fabricar una peonza, pero nunca llegaba la sangre al río. Comíamos lo que había en la mesa sin rechistar, porque de no hacerlo, se nos volvía a poner lo mismo en la cena. De vez en cuando caía alguna barra de pan, a la que nuestra madre le ponía dentro un trocito de carne de membrillo, unas gotas de aceite o algo que decían era chorizo, mortadela o un pedazo de tortilla del día anterior, que la abuela había dejado porque andaba con una diarrea galopante. Nadie nunca nos habló del colesterol. Ni existían los regímenes de adelgazamiento.

Siempre que caíamos enfermos de gripe pasábamos tres días en cama con un fiebrón de casi cuarenta grados, y nos curaban con aspirina y un ponche caliente que tenía aspecto lechoso, ardiente, con sabor a huevo, unas gotas de coñac del malo y algo de canela. En la escuela nos contagiábamos todo entre todos: hasta los piojos, que nuestras abuelas nos quitaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente. Compartíamos el refresco, la merienda, el agua, y el fin de semana era igualmente de confraternización. Nada de tecnología punta o videojuegos: lo único que existía eran las chapas, canicas, trompos, tabas, lo que fuera, y así pasábamos las horas muertas porque en la radio daban una novela muy dramática que ninguno comprendíamos.

En el cine, una vez al mes, nuestro padre nos compraba un paquete de cacahuetes con mucha sal, y unos polvos que al humedecerse en la lengua estallaban en sabores de fresa, limón, naranja o menta. Pero nadie nos decía que eso podía provocar cáncer. Estudiábamos lo justo. Casi ninguno combatía por llegar a la matrícula de honor. Nos bastaba con entender quién era Cervantes y por qué el Quijote estaba loco. Era suficiente saber que H2O era la fórmula del agua. Recitábamos poemas de memoria, cantábamos en el coro de la escuela, ayudábamos a misa aunque jamás vimos a Dios. O a la Virgen, que curiosamente siempre se aparecía a la gente del campo. Aprobábamos los exámenes e ingresamos en la universidad con la misma naturalidad con la que un cubano habla de música. Sabíamos que el juego en la calle era el premio por haber soportado algún sopapo, propinado por un maestro de mal carácter, en un momento de cabreo. Ninguno pudo imaginar que un caso así pudiera ser motivo de denuncia treinta años después.

Jugábamos al fútbol con una pelota hecha de papel y retales de tela vieja que nuestras vecinas arrojaban a la basura. Y la portería se marcaba con dos piedras, dos árboles o dos carteras de la escuela. No teníamos calzado deportivo, no sabíamos lo que era, excepto por un vecino rico al que su padre le había regalado un par de botas de cómo las de Kubala por su cumpleaños. Pero él jamás marcaba goles, ni sabía regatear como los demás chavales de la pandilla. Era un niño de papá, o sea, un piernas.

Hacíamos el bestia tirando piedras a los pajaritos, cazando lagartijas para cortarlas el rabo, ranas para abrirlas con una navaja y contemplar los latidos de su corazón, tal y como nos decía el profesor de ciencias naturales. No sabíamos que eso estaba mal. No había nadie que nos hablara de ecología, del maltrato a los animales.

Si un verano íbamos a la casa de un familiar que tenía la fortuna de vivir cerca de la playa, nos revolcábamos en la arena sin crema protectora, sin temor a las quemaduras solares, sin clases de surf, ni vigilantes que pudieran salvarte en un momento de apuro. No éramos tan gilipollas como para adentrarnos donde “el agua nos cubría completamente”. Y menos aún en una piscina pública, en la que el líquido era de un color marrón claro, y donde casi todos nos orinábamos dentro sin temor a contagiarnos de nada. Intentábamos ligar con las chicas persiguiéndolas por el parque para darles un beso furtivo en la mejilla, tocarles las piernas, o las nalgas, pero sólo lográbamos alguna bofetada, de ellas o sus madres, pero reíamos dichosos con la aventura.

No sabíamos lo que era la televisión, ni Internet, ni la pornografía, ni conocíamos la existencia de la droga. Jamás viajamos en avión, ni fuimos a hoteles de 4 estrellas, todos los países eran el extranjero que estaba muy lejos, menos Francia, un país odiado por el sistema (como hoy por el Gobierno español, tras el referéndum europeo en el que triunfó el NO) donde una tal Brigitte Bardot, enseñaba las tetas en una película que se titulaba Y Dios creó a la mujer, que luego resultó tan inocente como Marcelino Pan y Vino.

El valor de las cosas de las que hoy disponen los niños, adolescentes y jóvenes del primer mundo no tiene comparación. Pero su convicción ante la eficacia de la protesta, de la lucha y el combate, se evapora entre el miedo y el temor a perder clase social. Pánico a la necesidad. Y no es culpa suya.

Al final del siglo XX y en los inicios del XXI, una gran parte de la juventud comenzó a envejecer en el mismo instante en el que no fuimos capaces de “pasar” de sus caprichos. No supimos decir no, no les negamos nada... o casi nada, que no es lo mismo, pero es igual, como dijo mi admirado Silvio Rodríguez.

No culpemos pues a los jóvenes. por su aparente desinterés ante las aberraciones de todo tipo que EEUU y Europa han consagrado en nombre de la libertad y la lucha contra el terrorismo. Les toca vivir un mundo mucho peor que el que padecimos en la España franquista. Viven en un tiempo cruel, bestial, que les obliga a pensar que lo superfluo es lo más imprescindible. Demasiado duro, colega.


El País de las mentiras

El País de las mentiras

¿Cuándo comenzó el diario El País su maratón de mentiras? ¿En qué momento inició Juan Luis Cebrián su ronda de cenas con periodistas e intelectuales necesitados de dinero, que se avinieran a escribir en un medio que, por encima de libros de estilo y deontologías, deberían ponerse al servicio de un empresario como Jesús Polanco? ¿Qué conversaciones se desarrollaban entre el anfitrión y otros profesionales, para que muchos de ellos huyeran despavoridos de ese medio, tras haber sufrido más de un rapapolvo, censura y recriminaciones destempladas? De casta le viene al galgo, dice el viejo refrán.

El avispado Juan Luis, vástago del que fuera capo del periódico Informaciones, pasó fugazmente por la dirección de los Servicios Informativos de TVE, durante los estertores finales de la dictadura del asesino Francisco Franco, dejando una estela de prohibiciones tales, que pocos de sus sucesores podrían hoy echarle un pulso, en cuanto a felonías profesionales se refiere, si exceptuamos a la gran María Antonia Iglesias (que fue quien vetó mi presencia en los telediarios de la TVE, eso sí, por órdenes directas de Alfonso Guerra, otro demócrata convencido) o Alfredo Urdaci, a quien no conozco personalmente, pero a quien insultan y vituperan quienes precisamente han actuado y obran de la misma manera: servil y rastrera.

Juan Luis, padrino profesional de mi compañero y amigo Moncho Alpuente (cuyo talante progresista se demuestra diariamente, a pesar de ello), dicen que tiene ese encanto indefinible que distinguía a personalidades del estilo de Felipe González (¡que alguien me lo explique, por favor!); un no sé qué, un duende etéreo que lograba milagros tales como la deserción del comunista Santiago Carrillo, El Submarino de la Santísima Trinidad*, o convencer a la neofalangista Maruja Torres de que Julio Iglesias era el mejor cantante del mundo.

El invisible charme de Juan Luis posee tal vez el mismo aroma que distingue a otras personalidades cercanas a él, como por ejemplo, George W. Bush o Juan Carlos de Borbón; dicen que tiene un poder de persuasión tal, que va más allá de las actuaciones estelares de ciertos hipnotizadores de los programas de José Luis Moreno; un knack sólo comparable al de un mafioso que ofrece un cheque de miles de euros, en pago por una discreta bajada de pantalones; un hechizo, quizá tan atractivo como el de José María Aznar, que le hace irresistible a quienes han tenido la desgracia de compartir mesa, mantel, café, habano y diatribas, contra todo aquel que no acepte el capitalismo salvaje como único sistema social posible.

Pero su talante chulesco, su huidiza mirada (pocas veces posa sus ojos en el interlocutor, prefiriendo maquinar estrategias mientras intenta sofronizar a la moqueta del despacho), le hacen uno de los elementos más preclaros de la maltrecha prensa española, equiparable sin duda a Pedro Jota Ramírez, Federico Jiménez Losantos o Luis María Ansón, que para muchos colegas es la perfecta encarnación de la halitosis periodística.

En la España del post-franquismo, de esa desgraciada nación que ya había sufrido el castigo de la barbarie durante más de 40 años, la cobardía se ha enseñoreado de toda la piel de toro. La práctica del doble rasero, la mentira y la desinformación, son las constantes habituales en cualquier escenario de la geografía periodística nacional; son los cuernos no manipulados de un morlaco dispuesto a matar a quien ose ponerle un trapo delante; son la vergüenza para los miles de ingenuos alumnos de las Facultades y Escuelas de periodismo.

España ya no es, ni acaso lo fue nunca, un territorio donde los Quijotes salen de los escondrijos para alentar con sus sueños la posibilidad de la utopía, sino una triste patria de malos imitadores de Sancho, de panzudos mediocres de sonrisa estúpida y palabra inane. Rebuznan, mas no relinchan. Chillan, en vez de cantar. Gruñen, cacarean, graznan y balan como animales de un ejército que necesita del grito por encima de la razón.

Ahí están, para dejar constancia de ello, de la inteligencia política del país menos europeo de la comunidad, a esos grupos del rap más irracional, que arrasa con todo lo que sale a su paso: Bono y Los Últimos de Filipinas, José Antonio Alonso y sus Torturadores de Roquetas, María Teresa Fernández de la Vega y la Señorita Pepis, apoyados mediáticamente, faltaría más, por ese Juan Luis y sus Jineteros Polancos, que se encargan de jalear a conjuntos como el de Rosa Montero y sus Escuálidas, Fernando Savater y el Vómito Final o Vargas Llosa y La Parálisis Cerebral.

Yo por mi parte me niego en rotundo a programar sus discos, y aun menos a escribir reseñas de sus cancioncillas. Para eso está el Paladín de la Mentira, el Cid Campeador de la Mordaza y la Manipulación: Juan Luis Cebrián, alumno aventajado del servilismo, Académico de la Lengua Viperina, cuyas aportaciones al diccionario pueden ser en un futuro inmediato, no lo duden, sorprendentes. Creo que en un reciente viaje a New York, para contratar de nuevo los servicios de su mayordomo Muñoz Molina el Doliente, propuso que a partir de ahora, la definición del término “mentira” en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, sea:
Verdad absoluta que se impone desde los grandes monopolios de la información.


*Calle madrileña donde en tiempos estuvo la sede del PCE.